En la sala de partos, los nuevos papás suelen desmayarse o, aunque se queden de pie, son, según sus mujeres, de poca ayuda. En la sala de maternidad del hospital Aima de Jinan, en la provincia china de Shandong, han montado sesiones destinadas a que los varones experimenten los dolores del parto, en especial los más intensos de la última etapa del parto.
La iniciativa ha tenido cierto éxito y ya un centenar de hombres se han sometido al tratamiento; entre estos, muchos son futuros padres, deseosos de saber qué encontrarán sus parejas, pero otros son simplemente curiosos en busca de una experiencia extrema o personas acostumbradas a desafiarse a sí mismas para superar sus límites. Para la simulación, se aplican unos electrodos en el abdomen de la víctima, luego una enfermera opera un dispositivo que envía descargas eléctricas que inducen las contracciones.
El estímulo del dolor se califica en una escala del uno al diez, pero la mayoría de los participantes le piden a la enfermera que apague la máquina cuando la aguja está entre seis y siete; algunos, pues, no duraron más que unos pocos minutos. “Sentí que me estaban arrancando el corazón y los pulmones”, dice Song Siling, quien llegó a la sesión después de tomar la decisión, junto con su novia, de tener un bebé pronto, “y comencé a agitar frenéticamente a la enfermera para que se volviera. fuera de la máquina”.
Según Lou Dezhu, la enfermera que dirige el proyecto, esta simulación solo puede dar una idea parcial de lo que siente una mujer durante el parto. “Si los hombres pudieran realmente experimentar lo que es pasar por esos momentos”, observa, “estoy segura de que serían más cariñosos y comprensivos con sus mujeres”.
Wu Jianlong, cuya esposa está embarazada de tres meses, es uno de los pocos que ha llegado al nivel diez y confiesa que esta experiencia ha cambiado radicalmente su forma de ver el parto. "Las mujeres siempre han tenido hijos", dice, "y no pensé que dar a luz pudiera ser tan terriblemente doloroso".