Cuando dos jóvenes canoistas alemanes ganan el bronce en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, Maradona aún no era el ídolo del Nápoles y Pantani era poco más que un chico desconocido al que le encantaba montar en bicicleta cuesta arriba. Son alemanes occidentales porque en Berlín todavía estaba el Muro aunque Occidente empezaba a mirar con esperanza los nuevos avances de Moscú con la perestroika de Mikail Gorbachov.
uno se llama Josefa Ídem. Es agosto de 1984. En Italia eran los días en que Silvio Berlusconi, aún lejos de entrar en política, estaba expandiendo su imperio televisivo comprando Retequattro a Mondadori. En Estados Unidos, sumido en el optimismo reaganiano, la computadora, aún desconocida para la mitad del planeta, estaba a punto de ser elegida Persona del Año de Time.
Todo ha cambiado en el mundo. desde entonces a excepción de Josefa que desde Los Ángeles siguió remando la canoa llegando hoy en sus octavos Juegos Olímpicos y que mañana, en la cuenca de Eton Dorney, intentará conseguir su segundo oro tras el de Sydney en los 1 metros K500 compitiendo, por ahora a la edad de 48, con deportistas que ni siquiera habían nacido cuando subió por primera vez al podio para recibir el bronce en los Juegos de 1984.
En verdad también en la vida de Josefa se ha dado un cambio importante si desde 1990 defiende los colores de la bandera italiana y ya no la alemana, habiendo elegido la ciudadanía italiana tras casarse con Gugliemo Guerrini en 1990, quien se había convertido en su entrenador durante un año. Una combinación acertada en la vida y en el deporte, porque es la propia Idem quien reconoce que ha vuelto a ganar “solo cuando -reveló en una entrevista en la víspera de Londres 2012- combiné la alegría con el compromiso, antes que concentrada y minuciosa. pero corría el riesgo de acabar aplastado por el peso de mis expectativas. Como italiano aprendí a minimizar.
Josefa, síntesis perfecta entre eficacia alemana y fantasía mediterránea, madre de dos hijos, Janek y Jonas que ahora tienen 17 y 9 años, en más de tres décadas de carrera ha ganado cinco campeonatos del mundo y una olimpiada de piragüismo, pero sobre todo nunca ha dejado de participar al más alto nivel en los grandes eventos del calendario. De azul debutó en los Juegos Olímpicos de Barcelona, el tercero de su vida, quedando cuarta. En Atlanta replica el bronce de Los Ángeles. Es el comienzo de un período muy exitoso: de 1997 a 2000 tres títulos mundiales (y otros 10 podios), cinco títulos europeos y la medalla de oro en los XXVII Juegos Olímpicos de Sydney.
A los 38 años, recién nombrada concejala de deportes de Rávena, suspende su actividad competitiva por su segunda maternidad. Pero el nacimiento de Jonas en 2003 no detiene a Josefa. Precisamente vuelve a los entrenamientos de cara a sus sextos Juegos Olímpicos, los de Atenas, donde gana la medalla de plata. ¿Jubilarse? De ninguna manera. Como a los 43 años se presentó en los Juegos de Beijing y por solo 4 milésimas de segundo se quedó fuera del oro. Y aquí está en Londres 2012, igualando el récord de asistencia a los Juegos Olímpicos que ostentaban Piero y Raimondo d'Inzeo en hípica, pero sobre todo luchando como siempre por una medalla. “Me siento como una quinceañera”, dijo ayer tras vencer a todos en su semifinal. Pase lo que pase en la final ya la ha ganado, convirtiéndose en leyenda sin exagerar nunca. En su sitio web, Josefa escribe: "Las derrotas naturalmente queman, pero también son una excelente oportunidad para aprender y hacerlo mejor la próxima vez".
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