Una vez que entre en vigor, el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Canadá, alcanzado en los últimos días en Bruselas, cuatro años después del lanzamiento de la primera propuesta y al cabo de cinco meses de sprint final, dará lugar a un aumento del comercio entre la UE-28 y el gran país norteamericano del orden del 23% en un año, cuota que en términos monetarios corresponde a casi 26 millones de euros. Y cuando esté en pleno funcionamiento, conducirá a un aumento general en el producto interno bruto anual de 12 mil millones para los países de la Eurozona.
Se trata de un acuerdo "político" -adjetivo que se utiliza en la jerga comunitaria cuando, en el marco del complejo proceso legislativo de la UE, existe el fondo del acuerdo pero falta definir mejor la forma- éste firmado el otro día por El presidente de la Unión Europea, José Manuel Barroso, y el primer ministro de Canadá, Stephen Harper. Ya que, se advierte en los círculos de la Comisión, “contiene los elementos esenciales para un acuerdo económico y comercial global”.
El acuerdo pasará ahora, tras un trabajo de perfeccionamiento del texto a nivel de funcionarios, de este lado del Atlántico al escrutinio del Consejo y el Parlamento Europeos y del otro lado a la aprobación de las instituciones nacionales y regionales canadienses. Esto permite imaginar que para la entrada en vigor el acuerdo llevará algún tiempo: un año y medio o dos, escriben los periódicos canadienses. Quienes también están (quizás innecesariamente) preocupados por el tiempo necesario para traducir el texto a todos los idiomas de la Unión Europea. En tiempos ciertamente más breves, refutan en Bruselas.
En tanto, apenas firmado el documento, los dos mandatarios expresaron plena satisfacción. “Un acuerdo comercial muy ambicioso y muy abierto, que es de capital importancia para la economía de la Unión Europea”, comentó Barroso. “Un acuerdo que abrirá nuevas e interesantes perspectivas para las empresas europeas y canadienses; lo que nos permitirá pisar el mercado norteamericano y al mismo tiempo será una herramienta de crecimiento y empleo en Europa”, añadió.
“Este es un gran acuerdo, el mayor acuerdo –dijo Harper– que nuestro país haya firmado jamás. Este es un logro histórico para Canadá". Mientras que las ediciones online de los diarios nacionales subrayaron con vehemencia que, gracias al acuerdo, los canadienses pagarán menos por la compra de miles de productos fabricados en Europa, como los automóviles, cuyo precio actualmente lastra un 6%.
Algunas cifras pueden ayudar a comprender el alcance de este "histórico" acuerdo, como lo definieron al unísono el presidente de la Unión Europea y el primer ministro canadiense. El año pasado, al que se refieren los últimos datos disponibles, Canadá ocupaba la duodécima posición, con una cuota del 1,8% del total, en el ranking de países receptores de exportaciones europeas. Mientras que la UE, con el 9,5%, fue el segundo destino (después de EE.UU.) de las exportaciones canadienses. En 2011, las inversiones europeas totales en Canadá se acercaron a los 220 140 millones; el monto del comercio canadiense en la Unión Europea llegó a 62. El valor del comercio bilateral de bienes entre las dos contrapartes alcanzó los XNUMX mil millones.
En detalle, el acuerdo firmado por Barroso y Harper prevé la eliminación "rápida" (en gran parte desde el día de la entrada en vigor del acuerdo) del 99% de los derechos por parte de las partes contratantes. Además, el comercio de productos industriales quedará "completamente liberalizado": con esta medida, explican a la Comisión Europea, nuestras empresas ahorrarán medio billón de euros al año. Mientras que sobre los productos agrícolas la cuota de aranceles a eliminar superará levemente el 90%.
Además, la UE puede obtener ahorros de casi seis mil millones al año gracias al compromiso de Canadá de romper una serie de restricciones económicas y regulatorias que aún frenan el desarrollo del comercio exterior, especialmente en el campo de los servicios. En otro capítulo se introducirán las facilitaciones en relación con los viajes por motivos de trabajo de los empleados de la empresa.
En el tema de transferencia de productos financieros, la Unión Europea y Canadá se han comprometido a eliminar trabas burocráticas e impuestos innecesarios para agilizar los trámites. En cuanto a las licitaciones, existe un compromiso mutuo de abrir estos mercados a sujetos no residentes. El acuerdo entre la UE y Canadá también prevé una armonización gradual de las normas que protegen la propiedad intelectual. Y además, un detalle de no poca importancia para la economía italiana, el compromiso canadiense de reservar una mayor protección a una serie de productos alimenticios europeos de excelencia (como, por ejemplo, en lo que respecta a Italia, el jamón de San Daniele y el de Parma, el grana padano, el vinagre balsámico de Módena).
Finalmente, la Unión Europea y Canadá, en el texto del acuerdo, reafirmaron “su firme determinación de apegarse a los principios y objetivos del desarrollo sostenible”. Esto significa que las relaciones comerciales y de inversión no deben desarrollarse en detrimento del medio ambiente, los derechos sociales o laborales; y en su lugar tendrán que comprometerse a fomentar la complementariedad entre el crecimiento económico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente.