A menudo se debate sobre qué es el populismo y si este término es apropiado para describir los movimientos nuevos y muy amenazadores que están apareciendo en muchos países occidentales. Lo cierto es que, pensando en un gran servidor del Estado como Carlo Azeglio Ciampi, es natural tomarlo como ejemplo de todo lo que es antitético al populismo, en cuanto a contenido y estilo. Tampoco se le podía acusar de ser un "exponente del establishment", ya que soñaba con una Italia muy distinta a la que le tocó vivir. Ciampi fue ante todo un reformador. Pero los cambios con los que soñaba, y que en parte ayudó a realizar, estaban en las antípodas de los cambios que, confusamente, parecen desear los movimientos que ahora llamamos populistas.
Sobre todo, creía firmemente en Europa y contribuía activamente a la construcción de la Unión Económica y Monetaria, en la profunda convicción de que servía para modernizar Italia así como para construir un futuro más sólido de paz para los pueblos europeos. Más allá de los límites objetivos de la construcción y las políticas europeas, de los que Ciampi era muy consciente, hoy Europa está en el punto de mira de movimientos que reconocen legitimidad sólo a los Estados-nación que hemos heredado del siglo XIX.
La realidad es que formas de nacionalismo, y en algunos casos de regionalismo, están resurgiendo con fuerza, avivando las llamas del miedo al tender a atacar y denigrar a todos aquellos que son diferentes -o simplemente otros- a nosotros. Se dice que Europa no tiene legitimidad democrática, lo que captura una parte de la verdad, pero en realidad a menudo uno solo quiere entender que solo las decisiones tomadas por naciones individuales son legítimas: es un paso atrás.
En varias ocasiones, Ciampi también se vio obligado a enfrentarse a posiciones muy duras por parte del estado líder de Europa, Alemania. En septiembre de 1992, el Bundesbank dejó de respaldar el tipo de cambio de la lira, lo que nos obligó primero a un realineamiento sustancial y luego, tres días después, a salir del Mecanismo Europeo de Tipos de Cambio. Para Ciampi esta fue una derrota aplastante, ya que la estabilidad del tipo de cambio dentro del SME fue uno de los pilares de su política y de la de todos los Gobiernos que se habían sucedido al frente de Italia durante el largo período de su gobernación en el Banco de Italia.
Entre sus colaboradores, y yo entre ellos, se manifestaron sentimientos de fuerte hostilidad hacia las autoridades alemanas, especialmente después de unas declaraciones del gobernador del Bundesbank que dejaban claro a los mercados que la suerte de la lira estaba sellada: todos teníamos una gran deseo de venganza. No sé lo que pensó Ciampi para sí, pero sé que con mucha calma nos hizo comprender las razones de Alemania y la futilidad de acciones un tanto hostiles hacia ese país. Una lección de temperamento y estilo.
Lo mismo ocurrió a finales de julio de 1993, cuando surgieron tensiones muy fuertes entre los gobiernos europeos y no sólo entre los bancos centrales en torno a la cuestión del ataque especulativo contra el franco francés. Ciampi era entonces Primer Ministro, pero se mantuvo en contacto constante con la delegación italiana en Bruselas y al final nos dio la indicación de aceptar la solución de compromiso que se encontró con mucho esfuerzo, la del EMS con bandas de fluctuación de nada menos que 30 puntos Igualmente tensas fueron las condiciones en las que, entre el 96 y el 98, negoció la entrada de Italia en la moneda única desde sus inicios.
El otro tema en el que Ciampi dedicó buena parte de sus energías, especialmente como Ministro de Hacienda en la segunda mitad de la década de 90, es el de la consolidación de las finanzas públicas: también en esto sus ideas y sus acciones están en las antípodas. del populismo Los populistas se quejan a gritos de la elevada deuda pública y acusan, con cierta justificación, a las clases dominantes de haber dejado una pesada carga a la juventud actual. Pero no sólo no proponen soluciones, sino que rechazan desdeñosamente los únicos remedios posibles: los superávits primarios -es decir, los que dejó Ciampi a fines de los 90- y las reformas estructurales para la competitividad de las empresas.
Ciampi, finalmente, estuvo en las antípodas del populismo también en estilo. Antes de hablar, por ejemplo, pensó: una vieja costumbre que ya no es muy popular. En enero de 1993, llamó a algunos de sus colaboradores para invitarlos a iniciar estudios con miras al informe anual de mayo. Nos sorprendió un poco, parecía temprano, pero nos pusimos manos a la obra. Aquellas consideraciones finales nunca vieron la luz, porque mientras tanto el Presidente de la República había llamado a Ciampi a formar Gobierno tras la caída de Amato. Ese episodio nos convenció de que también había algo bueno en la clase política dominante de la época. No toda Italia en ese momento debía ser desechada.
En cada una de estas ocasiones, en cada una de estas pequeñas anécdotas, El rasgo distintivo de Ciampi era el de saber siempre ver las razones de los demás, con humildad e ingenio, trazar una síntesis pragmática y equilibrada: esto le ayudó a mantener esa credibilidad sin la cual Italia difícilmente habría logrado formar parte del grupo de cabeza de la Euro. La moneda única, quizás incluso más que Europa, es objeto de la hostilidad de los populistas de hoy. Existe cierta teoría de "conspiración" según la cual Alemania nos obligó a unirnos al euro en nombre de sus intereses nacionales. Los partidarios de estas fantasías deberían releer las cosas dichas y escritas por Carlo Azeglio Ciampi. Entre las muchas tonterías que circulan en Italia esta es una de las más imaginativas y alejadas de la realidad.