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La Encíclica "Fratelli tutti" y los nervios en carne viva de nuestra civilización

Más allá del juicio sobre el texto, la Encíclica del Papa Francisco toca problemas -desde la ciencia hasta la economía de mercado e Internet- con los que tratar fuera de las ideologías - El tipo de comunicación secular que sustenta el mensaje también merece atención papal

La Encíclica "Fratelli tutti" y los nervios en carne viva de nuestra civilización

En los últimos días el Papa Francisco ha firmado en Asís, sobre la tumba de San Francisco, el nueva carta encíclica "Hermanos todos. Sobre la fraternidad y la amistad social.

Es un texto de especial relevancia que viene a caer en pleno "de la inesperada pandemia del Covid 19 que ha expuesto nuestras falsas seguridades" y se publica al mismo tiempo que la Iglesia parece estar en el centro de una ventisca de complejidad, preocupación e inquietud, compuesta por un lado por recurrentes escándalos terrenales y, por otro lado, por dudas dogmáticas. 

En los últimos días en la prensa nacional (en particular en República del 5 de octubre con un forma larga firmado por Ezio Mauro seguido en las páginas de Mensajero del 6 de octubre con la entrevista de Aldo Cazzullo al cardenal Camillo Ruini) se publicaron importantes artículos que dieron amplia respuesta.

Importante observar la simultaneidad de algunos fenómenos comunicativos. En un momento en el que el Papa Francisco aborda directamente temas de gran actualidad y relevancia con propuestas más o menos aceptables, al mismo tiempo hay un gran tamborileo mediático que, directa o indirectamente, conduce a distraer la atención. Para tener prueba de ello, bastaría con "pesar" cuánto espacio recibió la publicación del documento de Bergoglio en la prensa nacional. Ciertamente no adecuado a la importancia de los contenidos que se proponen.

La Encíclica habla de sociedad, de economía, de relacionesi entre individuos, entre personas en un contexto de desconcierto e incertidumbre global. Propone fórmulas y caminos atrevidos y complicados que, partiendo de la superación de los “… virus del individualismo radical…”, quiere definir una nueva ética de las relaciones internacionales, negar la cultura de los muros y proponer una revisión de los tratados de la ONU. 

Desde las primeras líneas del documento, el Papa toca los nervios en carne viva de la civilización contemporánea: fe absoluta en la ciencia y el mito de la hiperconexión que Internet quiere garantizar. Estos temas aparecen como dos "verdades ocultas" donde la primera, precisamente en estas circunstancias dramáticas, se tambalea bajo los embates de la fragmentación de la investigación y la unicidad de dirección, mientras que la segunda enturbia las relaciones sociales creadas a través de la Red y no a través de gestos y los ritos directos y participativos que siempre han caracterizado la historia de la humanidad: "Se necesitan gestos físicos, muecas, silencios, expresiones corporales y hasta perfumes, manos temblorosas, rubor, sudor, porque todo eso habla y es parte de la comunicación humana”. También hemos escrito sobre estos temas. en PRIMERA Arte donde además de las manos también nos ocupamos de abrazos y besos.

Bergoglio se formó en la escuela de los jesuitas y conoce perfectamente los complejos mecanismos de la gramática y la sintaxis de la comunicación: es un pastor "con olor a oveja" capaz de hablar no sólo con su rebaño.

La nueva encíclica, además de los aspectos doctrinales que no tocaremos, se sitúa en efecto en el centro de un amplio debate que afecta a la sociedad occidental en su conjunto, a sus valores fundantes, a sus mecanismos de funcionamiento en la dimensión global que tienen ficticio. La Carta que escribió el Papa aparece en muchos aspectos como un documento de comunicación secular, y tal vez incluso político, dirigida no tanto y no sólo a los fieles cristianos.

Todos hermanos Ya destaca en el subtítulo “Sobre la fraternidad y la amistad social” dónde ya quién pretende dirigirse. En primer lugar a todos los que están fuera de la Curia vaticana, en términos físicos y relacionales. No es casualidad que, aunque sea simbólicamente, la firma de la encíclica tenga lugar en Asís, lejos de Roma y sin la participación de los fieles. La comunicación a través de signos adquiere así mayor profundidad y puede ser más relevante que el uso de la palabra. Las imágenes hablan por sí solas y todos recordamos la oración de Bergoglio en la Plaza de San Pedro el pasado 20 de marzo, en plena pandemia, bajo la lluvia, donde dijo tan solo una sencilla frase: “Nos dimos cuenta de que estábamos en el mismo barco, todos”. frágiles y desorientados, pero a la vez importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos".

Luego se dirige a la política, a quienes gobiernan los asuntos públicos y regulan los intereses privados y les prestan especial atención. Y es precisamente en este terreno donde la comunicación de Bergoglio encuentra obstáculos y resistencias (ver Capítulo V La mejor política). De hecho, se conoce la raíz tanto religiosa como ideológica de la que bebe toda la literatura de un determinado ámbito político, no sólo en Italia. Las palabras del Papa Francisco sobre la hospitalidad y la fraternidad suenan como herejías a los oídos de aquellos que han hecho una fortuna en todo lo contrario. Así como las invocaciones son una problemática por decir lo menos formas de economía que respeten los derechos y la dignidad del trabajo. Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant'Egidio, escribió que esta Encíclica destaca una "tercera vía" que propone el Papa, entre el liberalismo y el populismo.

Sin duda el Pontífice posa énfasis serio en las dimensiones y dinámicas de la economía globalizada que no ve regulaciones adecuadas y suficientes para atender y garantizar mejores equilibrios entre las distintas áreas del mundo: “Hay reglas económicas que han demostrado ser efectivas para el crecimiento, pero no tanto para el desarrollo humano integral. Ha aumentado la riqueza, pero sin equidad, entonces lo que pasa es que nacen nuevas pobrezas”. Luego agrega: “El mundo avanzaba sin tregua hacia una economía que, utilizando los avances tecnológicos, buscaba reducir los “costos humanos”, y alguien pretendía hacernos creer que la libertad de mercado era suficiente para que todo se considerara seguro. Pero el duro e inesperado golpe de esta pandemia descontrolada nos ha obligado a pensar en el ser humano, en todos, más que en el beneficio de algunos”. 

Uno puede o no estar de acuerdo con el contenido de la Encíclica, pero hay suficiente para dedicar una atención particular a la lectura de Fratelli Tutti.

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