La empresa y la caída. Eso sí, el Bayern pasó, deshaciéndose de un United ordenado, con más sufrimiento del esperado, y allanando el camino para la tercera semifinal de Champions consecutiva. Pero la noticia de hoy solo puede ser la de la victoria del Atlético de Madrid sobre el Barcelona.
Un uno a cero en cierto modo paradigmático, que acerca al muy reducido número de los grandes de Europa la única novedad real que propone este año el fútbol internacional, el único advenedizo sin jeques atrás para entrar en la élite del fútbol. Y para entrar de lleno en él: matando al mayor, en un rito iniciático que no tiene nada de macabro, pero que representa el ciclo de las cosas.
Un fútbol sencillo, ese del Atlético, pero muy estudiado, casi científico. Un mecanismo aceitado, en el que el mejor ataque, todo hay que decirlo, es la defensa, una malla muy tupida que permite a los colchoneros enjaular a todo adversario, creando siempre superioridad numérica y dando pie a frenéticos contraataques.
Era una coincidencia lógica. Sin petardos: el Atlético produjo el gol de Koke en el minuto 5 y los tres palos pegados por el poseído ex David Villa, dueño, en ausencia de Diego Costa, del ataque madridista. Antes, durante y después mostró una defensa atenta y exuberante, que hizo que los campeones blaugranas, sobre todo Messi, parecieran unos extras. Personas que pasaban por casualidad y que se encontraban vistiendo la camiseta de los campeones por el mero parecido físico.
La noticia es la caída de los dioses, nunca tan humanos, tras siete años consecutivos en la semifinal de la Champions (quizás el dato más significativo de lo que ha sido el Barcelona en el fútbol en los últimos años), y la entrada entre los cuatro grandes de Europa de Diego Pablo. El equipo de Simeone, ahora lanzado de lleno, él también, en el olimpo de los mejores entrenadores del mundo. Un regreso, para el Atlético, tras 40 años de ausencia. Mañana, cuatro nombres llenarán las urnas en Nyon: lo mejor del fútbol europeo, y el Atlético de Madrid ya no es un intruso. Quizá sean los primos ricos de la Real los que más miedo le tienen hoy al derbi.