Calificación del autor: 3/5
La visita de la realeza inglesa al castillo de una familia aristocrática de Yorkshire reabre antiguos desencuentros y conflictos entre los distintos niveles del edificio: el piso superior donde viven los nobles y el inferior donde trabajan los sirvientes. Abadía del centro, firmado por el director inglés miguel engler, con una importante trayectoria televisiva es la película que cierra la felizísima serie que se emitió con gran éxito primero en Gran Bretaña y, con alguna sorpresa, en Estados Unidos y en el resto del mundo. Toda la historia cinematográfica está contenida en el breve lapso de tiempo durante el cual, en 1927, el rey de Inglaterra Jorge V y su esposa realizaron una visita de cortesía a la suntuosa casa de la familia Grantham. En él conviven almas diferentes, mundos separados que se encuentran compartiendo el destino común de un sistema destinado a cambiar profundamente. O tal vez no.
La historia se desarrolla en un período de grandes cambios: en Europa, después de la Primera Guerra Mundial, se acercan los fantasmas del nazismo y el fascismo; las antiguas aristocracias que gobernaron el continente ya no parecen capaces de resistir la tensión política y sienten el aroma de una nueva era en la que su papel podría verse radicalmente reducido. En la planta baja del castillo, donde viven y trabajan los criados, se ciernen primero las tensiones personales (intrigas amorosas) y luego las tensiones políticas que ven la lealtad a la corona por un lado y la tentación republicana (la cuestión irlandesa) por el otro. Los dos mundos se comunican formalmente entre sí. y tienen el mismo objetivo en común: intentar sobrevivir a los nuevos avances. La historia verá a todos felices para siempre, al menos en apariencias sofisticadas y formales.
En orden, algunas observaciones. En primer lugar, las técnicas: todo está maravillosamente reconstruido de manera impecable, la atención al detalle es extremadamente meticulosa e indudablemente fascinante. Los británicos son maestros en este trabajo. Para encontrar algo similar en nuestro cine es necesario recordar El leopardo de Luchino Visconti: la escena de baile es casi superponible. La actuación no es diferente: inmediatamente sientes una escuela de alto nivel tanto para los protagonistas principales como para los extras y actores secundarios. La escritura es culta y refinada, aunque siempre orientada hacia un lado de la historia: como si los dos mundos hablaran idiomas diferentes. Arriba ingenioso y sofisticado, abajo rudo y esencial.
En cambio, en cuanto a la naturaleza, la esencia, de la película hay muchas perplejidades. Ciertamente, el éxito televisivo es suficiente para silenciar muchas observaciones críticas: el público "podría" tener siempre razón y para convertirse en una de las series más seguidas del mundo también habrá muchas buenas razones (la serie ha ganado muchos premios: Emmy, Globo de Oro). Ciertamente la lógica de la intriga es recompensada, del conflicto, de la tensión por el poder que siempre ha fascinado a tanta historia ya tanta literatura. La dimensión narrativa segmentada, intercalada y fragmentada en el espacio y el tiempo, propia de las producciones seriales, es la seña de identidad del mundo audiovisual contemporáneo. El cine, sin embargo, es otra cosa.
En primer lugar, presupone una historia terminada, con su propia trama, con su comienzo y su conclusión (excepto poder prever y anticipar una posible continuación). En este caso (al no haber visto ningún episodio de la serie de televisión) nos tenemos que conformar con lo que pasa el "castillo": un espectáculo cinematográfico ligero, sin infamias ni elogios, un producto destinado al uso desechable en la gran pantalla, no Suma y no desmerece lo ya visto en muchas películas del género. Our Leopard, 1963, lo anticipó todo en casi medio siglo. Con el tiempo a este original, difícil de encontrar mejor.