La economía japonesa ha estado luchando por crecer durante años, a pesar de los grandes déficits presupuestarios, las enormes deudas públicas y una política monetaria acomodaticia. En esta situación hay que hacer algo, y hay dos cosas que intentar. Primero, haz algo diferente, pero no sabes qué. En segundo lugar, insistir en los déficits y la acomodación monetaria. Implícito en esta segunda opción está el juicio de que las políticas expansivas han sido demasiado tímidas, y en este punto hay que deshacerse de la timidez y avanzar con más estímulos.
El nuevo gobierno de Shinzo Abe se aventura entonces en la terra incógnita del superestímulo. A pesar de un déficit presupuestario de alrededor del 10% del PIB, se prepara para proponer a la Dieta un paquete de 10 billones de yenes (alrededor del 2% del PIB). La 'cura del caballo' consistiría en un apoyo monetario simultáneo (esto debe ser aprobado por el Banco de Japón, y Abe ya indicó que en el próximo mandato de gobernador tendrá su propio candidato para ese cargo). La provisión combinada sería por tanto una ampliación del déficit financiada, directa o indirectamente, por la creación de dinero. Una combinación que horrorizaría al Bundesbank. Pero, si no hay otras formas de volver a encarrilar la economía japonesa...
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