Dos fuerzas opuestas compiten por los mercados y conducen a la inevitable volatilidad cuando las dos tendencias tienen el mismo poder: por un lado, evidencia de una desaceleración en la economía mundial; por otro, la expectativa de medidas de estímulo que invita la desaceleración. Hoy en los mercados asiáticos, por quinto día consecutivo, sigue prevaleciendo una visión pesimista o al menos desconfiada. El índice regional cae un 0,9%. Los datos estadounidenses, chinos y australianos no fueron buenos: el índice ISM cayó en Estados Unidos, lo que indica un estancamiento de la producción manufacturera, mientras que en Australia la tasa de crecimiento del PIB del segundo trimestre se redujo a la mitad, del 1,3 al 0,6 %. Sin embargo, no todos los datos de ayer fueron malos: las ventas de automóviles estadounidenses en agosto, estimadas en 14,52 millones (tasa anualizada), son las más altas desde marzo de 2008.
El euro, que espera (como el resto del mundo) la reunión del BCE de mañana, cayó justo por encima de los 1,25, y el petróleo también, a pesar de los problemas de suministro, cayó hasta los 95 $/b.
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