La fuerte dependencia de las empresas italianas del capital de deuda encuentra un límite en la disponibilidad de activos que pueden utilizarse como garantías, normalmente escasos en algunos tipos de empresas como las start-ups y las empresas más innovadoras. En los últimos años, las dificultades económicas de empresas y familias, con el consiguiente deterioro de una parte sustancial de los préstamos, han incrementado el papel de las garantías como factor facilitador de la relación entre bancos y clientes. La presencia de garantías también es necesaria para limitar la posibilidad de problemas de riesgo moral. Con el fin de apoyar al sector productivo en el cumplimiento de los compromisos financieros ya asumidos y superar las dificultades asociadas a la obtención de nuevos fondos, tras el estallido de la crisis, el Gobierno y los gremios adoptaron una serie de medidas a favor de las PYME, entre ellas el fortalecimiento del Fondo Central de Garantía.
Gracias a la "ponderación cero" que asegura la garantía del Estado sobre la cobertura que proporciona el Fondo, el riesgo para los bancos sobre la parte del préstamo garantizado por esta estructura es nulo, circunstancia que reduce los requisitos de capital y hace que esta forma de garantía particularmente atractivo. La ausencia de garantías reales para colocar como garantía, especialmente por parte de pequeñas empresas, también puede mitigarse mediante la provisión de garantías por parte de intermediarios especializados (Confidi), cuya presencia está bastante extendida en Italia y en algunos países de la UE. La larga crisis que ha caracterizado a la economía italiana ha hecho más evidentes los problemas que padecía el sistema Confidi desde hacía tiempo. El marco operativo de Confidi también se ha visto complicado por la pérdida del incentivo para transformarse en intermediarios supervisados capaces de permitir el reconocimiento de garantías personales para efectos de la mitigación del riesgo de crédito.
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