Mario Draghi dijo que la junta del BCE no ha hablado de eso. Pero no dijo que la idea de laDinero del helicoptero (HM), es decir, la monetización de los déficits públicos, es completamente absurdo, incluso si los economistas del Bundesbank así lo consideran. Por lo tanto, podemos hablar de ello sin temor a descarrilar. Como sabemos, para muchos el HM es el arma nuclear, la que es capaz de derrotar a los enemigos del momento: deflación y el riesgo asociado de uno nuevo recesión. En términos concretos, como proponía Guido Tabellini en el Sole 24Ore del 19 de abril, el BCE transferiría la base monetaria a las cuentas de los tesoros nacionales que decidirían cómo gastar el dinero.
Por lo tanto, cada Estado miembro representaría una mayor deuda neta que tendría un carácter puntual y no afectaría a la deuda pública porque estaría financiada, de forma permanente, con dinero del banco central. Es difícil pensar que una maniobra de este tipo no tendría efectos positivos sobre la demanda final, pues tanto la política fiscal como la monetaria se volverían más expansivas. Entonces, ¿cuáles son los razones ¿Por qué el consejo del BCE no habló de ello? Podemos hacer algunas conjeturas y enumerar posibles defectos o limitaciones del HM.
1) debemos cambiar los tratados para permitir que el BCE financie directamente los tesoros nacionales. A esta objeción, planteada por el propio Tabellini, se podría responder que, sin cambiar los Tratados, el BCE todavía puede comprar bonos públicos en el mercado secundario como lo está haciendo con el QE. Sin embargo, debería -y esta sería la verdadera novedad con respecto al QE- comprometerse a renovar los valores que vencen, nuevamente en el mercado secundario, y hacerlo de manera permanente. De esta forma, replicaría, con los instrumentos legales disponibles, el concepto de "moneda helicóptero", es decir, esencialmente "un regalo" que el BCE entregaría a los ciudadanos europeos a través de los tesoros nacionales. Sin embargo, es muy poco probable que el directorio actual del banco central pueda comprometer a todos los directorios futuros a ser, como dice Krugman, “creíblemente irresponsables”. Así, sin cambiar los Tratados, se podría hacer HM, pero tendría poca credibilidad.
2) Otra objeción es que la monetización de grandes déficits es ya se ha intentado en Japón, con resultados muy pobres en la economía real.
3) Finalmente, está la objeción que podemos atribuir a los guardianes de la ortodoxia alemana. Una vez descubierto el árbol de mayo, ¿qué puede garantizar que, como propone Tabellini, los políticos sólo lo utilicen en condiciones absolutamente excepcionales? La tentación de no sería irresistible irrumpir en la caja fuerte del BCE para solucionar los mil problemas que tenemos en nuestras naciones ricas? ¿Cómo podría argumentarles a los votantes que este dinero no se puede usar para mejorar la atención médica, erradicar la pobreza, aumentar las pensiones, los salarios o los beneficios por desempleo? ¿Y por qué las empresas deberían seguir esforzándose tanto por innovar y ser competitivas en los mercados internacionales? ¿Y por qué alguien debería seguir pagando impuestos?
Es difícil negar que estas objeciones tienen alguna fuerza.