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Hammamet, una película como esta pero que reabre el debate sobre Craxi

La película de Gianni Amelio es una obra maestra del maquillaje, con un Pierfrancesco Favino magistral. Más decepcionante es la trama, que solo repasa los últimos meses de vida del líder socialista pero reabre el debate sobre el papel político de Craxi y el craxismo - TRAILER.

Hammamet, una película como esta pero que reabre el debate sobre Craxi

Juicio del autor: 2/5

Los últimos meses de vida de Bettino Craxi en Túnez. Esta, en menos de una línea, es la historia de una película, de un hombre, de un líder político, de un hombre condenado a diez años con sentencias firmes por corrupción y financiación ilícita (la primera relativa al caso ENI-Sai y el segundo por los sobornos para el metro de Milán) que ha terminado sus días, precisamente ad Hammamet. La película está firmada por Gianni Amelio que puede presumir, para este trabajo, sólo de un elemento de indiscutible valor: una gran interpretación actoral de Pierfrancesco Favino. Gracias a un maquillaje impecable pero, más aún, a un profundo estudio de las posturas, miradas y tonos vocales del exlíder del fallecido PSI, consigue que resulte absolutamente verosímil. 

Para el resto de la película no hay nada más: todos los demás protagonistas se tambalean detrás de su sombra. El guión, las letras, son soliloquios más o menos verosímiles, sellados sólo por la memoria de quien los relató. Cinematográficamente hablando, es aburrido, pomposo, pobre y desprovisto de cualquier incentivo para comprender, para profundizar. Luego podemos hablar de otra película propuesta por Amelio: lo que ves, lo que oyes, pero más aún lo que no ves y no oyes. Vemos a un Craxi impaciente y enojado. quien intenta reiterar su tesis (todos sabían y todos aceptaron sobornos) pero no se ve a Craxi que admite sus responsabilidades, sus faltas y los que fueron cercanos a él y cómplices.

Aparece, durante unas pocas secuencias, su amante beneficiaria de tantas donaciones millonarias, sin decir una palabra sobre por qué y cómo surgieron los obsequios y de dónde salió todo ese dinero. Se puede ver al nieto en la playa reconstruyendo lo sucedido en Sigonella (donde hizo intervenir a los carabinieri para evitar la extradición formalmente ilegítima de los secuestradores del Achille Lauro) pero ni una palabra sobre su amigo y socio Silvio Berlusconi ni en Milán desde donde partió y consolidó su liderazgo político. Ahora bien, es bueno tener en cuenta los límites de la evaluación crítica de la película que no es ni puede ser análisis histórico y político. Sin embargo, es necesario entender bien el significado profundo, el espíritu narrativo que se pretende proponer al público en los teatros.

La figura del hombre, para muchos un estadista moderno, es controvertida y aún suscita debate y posiciones contrapuestas hasta el punto de justificar por parte de algunos el deseo de operar una especie de "revisionismo" de su papel y de su figura. Y es precisamente en este aspecto en el que emerge con mucha fuerza lo que parece ser el alma de esta película: un intento de poner en orden, al menos desde un punto de vista humano, los aspectos salientes de la personalidad de Craxi. La historia, sin embargo, no es de ninguna manera neutral. y la lectura “tierna” de su mirada con su sobrino no basta para mitigar lo que hay detrás. Mucho se dice y se ve de él en la fase final de su vida pero todo el mundo que generó, el craxismo, y todo lo bueno o malo que dejó como legado y que, en muchos aspectos, le sobrevivió, se ha desvanecido. 

El propio cierre de la película se presta a proporcionar el mismo lado abierto por muchas, demasiadas, historias oscuras que se pueden contar en torno a la vida de Craxi. La historia termina abriendo otra caja de misterios entre los muchos que hay en este país: una cinta de video donde hay cosas que nadie ha escuchado antes y que podría hacer que muchos, quizás todavía en escena, pasen noches de pesadilla. Es la misma historia de la cartera de Aldo Moro que desapareció durante el secuestro y nunca se encontró como el diario rojo de Giovanni Falcone: mechas siempre encendidas dirigidas a quienes han sido cómplices o conspiradores en hechos y fechorías que han ensangrentado la historia de la República.  

El cine también es esto, nos guste o no, y siempre es útil para recordar, para refrescar recuerdos que se marchitan con demasiada facilidad. También podría definirse como una película de género "político" pero la historia se presta bien para ser interpretada, contextualizada... mucho menos para ser manipulada. Hammamet, tal vez, no realiza precisamente esta operación, sin embargo deja un sabor vago y oscuro. Más allá del juicio cinematográfico, el efecto de la película acabará por reabrir la discusión sobre el papel político de Craxi y el craxismo, ojalá laico, sin santificaciones ni satanizaciones.

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