Diez mil kilómetros separados Curitiba, una metrópoli de dos millones de habitantes en el sur de Brasil, de Badia Polesine, un pueblo de poco más de 12 almas en la provincia de Rovigo. Sin embargo, las dos ciudades, tan diferentes y distantes, están unidas por la figura del artista italiano Guido Pellegrino Viaro, considerado uno de los principales exponentes de la pintura brasileña moderna.
Nacido en Véneto en 1897, Viaro construyó su fama y carrera en el país sudamericano al que llegó casi por casualidad en 1927, huyendo del clima represivo del régimen fascista. Murió en 1971 en Curitiba, ciudad donde residió durante más de 40 años, en 1989 se le dedicó todo un museo en el que aún hoy se reúnen cientos de pinturas, esculturas, dibujos, acuarelas y grabados.
“Es una colección de aprox. 300 pinturas, 400 dibujos y 120 grabados, además de esculturas y otras obras”, explica Constantino Viaro, el vivaz de 81 años hijo de Guido, creador y curador del museo que recibe entre 10 y 15 mil visitantes cada año, principalmente grupos escolares. La galería de arte, ubicada en un hermoso edificio histórico en el centro de Curitiba, es admisión gratuita y se mantiene abierto gracias a los fondos recaudados por la familia.
Las obras de Viaro revelan una afinidad con el expresionismo, sobre todo por el tono dramático y poético con el que retrata la figura humana. Entre los temas recurrentes está la vida cotidiana: de las lavanderas a los campamentos de gitanos, de los jugadores de cartas a las fiestas. “A lo largo de las décadas mi padre ha pasado por varias fases pictóricas, desde el realismo a la abstracción, hasta el arte sacro”, dice Constantino.
Entre las obras más significativas se encuentran el autorretrato de 1934, la Polonesa (1935) y el Hombre sin rumbo (1940). El gobierno local lo considera el artista moderno más importante del estado de Paraná y el que rompió con la pintura académica al presentar una nueva propuesta artística. Además de formar una legión de discípulos, Viaro también se destacó en el campo de la enseñanza. En 1937 fundó la primera escuela de arte de Brasil dirigida a niños y que más tarde se transformó en el Centro Juvenil de Artes Plásticas, que aún hoy funciona.
Llegado a Brasil a los 30 años, Viaro dio sus primeros pasos en el mundo del arte en Italia. Aunque hijo de campesinos, estuvo fuertemente influenciado por su tío Angelo Viaro (1885 - 1950), escultor graduado en la Academia de Bolonia que realizó apreciadas obras en varias ciudades italianas, entre ellas la Certosa y la Capilla de la Inmaculada en S. Petronio, ambas en Bolonia.
Después de alistarse en la Marina durante la Primera Guerra Mundial, Guido Viaro después de la guerra estudió pintura en Venecia y Bolonia, y se mudó a París por unos meses para sumergirse en la escena artística local. Más tarde, con la intención de viajar a América del Sur, se embarcó para Río de Janeiro. Primero se instaló en São Paulo, donde trabajó durante tres años como ilustrador para periódicos locales y realizó frescos para lujosos cafés y villas, luego en 1930 se mudó a Curitiba, donde conoció a Yolanda, su futura esposa, y escribió un importante página de arte moderno verde-oro.