Hoy, 45 millones de votantes británicos votan para asignar los 650 escaños de la Cámara de los Comunes. Esta, hasta ahora, es la única certeza. Ayer finalizó la campaña electoral más equilibrada de la historia del Reino Unido y, según las encuestas, quien salga victorioso de las urnas se arriesga a no tener fuerzas para gobernar, dado que se necesitan 326 escaños para la mayoría absoluta.
De estos equilibrios impredecibles depende también un capítulo significativo en el futuro de la Unión Europea: ¿seguirá Gran Bretaña formando parte de ella (considerando que Cameron prometió un referéndum en 2017)? ¿Volverá Escocia a cultivar sueños de secesión? ¿Qué pasa con Gales?
De momento, las encuestas aún hablan de un mano a mano entre los conservadores de David Cameron y los laboristas de Ed Miliband, separados por cerca de un punto porcentual, pero la verdadera noticia es que hoy podría acabarse el mito de la bipolaridad granítica made in Gran Bretaña.
Muchas encuestas aseguran que ni los tories ni los laboristas pasarán del 33% y eso significa que quien gane se verá obligado a aliarse con los partidos emergentes: los independentistas escoceses del SNP, por delante en las encuestas de todos los menores, el partido por la autonomía de el Wales Plaid Cymru, los Greens y el Ukip del antieuropeísta Nigel Farage.
Pero además del ejecutivo de coalición (como la actual alianza entre los tories y el Lid-dem) otros escenarios posibles son la gran coalición al estilo alemán entre conservadores y laboristas y el gobierno minoritario. Por ejemplo, Cameron temía a los moderados ingleses y al gobierno laborista de la City con apoyo externo y el consiguiente chantaje de los activistas independentistas escoceses.
Mientras tanto, la Bolsa de Valores de Londres ha bajado un 1,3% hoy al mediodía.
