Siete, como los años que han pasado desde la última victoria de un piloto de Ferrari en Monza. Siete, como los puntos que dividen a Sebastian Vettel y Lewis Hamilton. Siete, como el número de grandes premios que faltarán, después de Monza, al final del Campeonato del Mundo. El desafío se ilumina, cobra vida. Ferrari y Mercedes nunca han estado tan unidos en los últimos años, dominados por el fenómeno inglés, a excepción de la temporada pasada en la que triunfó Nico Rosberg.
El circuito de Monza, el "templo de la velocidad", debería privilegiar las flechas plateadas. Los dos monoplazas alemanes vuelan en los largos tramos rectos de la pista lombarda. Incluso en Spa, Bélgica, debería haber sido dominio de Mercedes. Ganó Hamilton, es cierto, pero Seb acabó a menos de un segundo de su rival, y muy probablemente, con unas cuantas vueltas más, habría ganado la carrera contra viento y marea.
La Fórmula 1 dejará Europa después del domingo y el campeonato mundial cobrará vida en Asia y América. El equilibrio reina en el ranking. Vettel se muestra sereno y motivado, sabe bien que tiene a toda una nación sobre sus hombros, millones de fanáticos del auto rojo decepcionados por los últimos años oscuros, hechos de decepciones y amargas derrotas.
El fin de semana debe tener la lluvia como protagonista absoluta. Incluso se esperan tormentas eléctricas para las pruebas de hoy. Los primeros entrenamientos libres confirmaron las expectativas. Hamilton al frente, Bottas detrás de él para protegerlo de los ataques rivales. Tercer y cuarto puesto para Vettel y Raikkonen, separados por más de un segundo. La lluvia podía trastocarlo todo, con los baby Verstappen y Ricciardo muy fuertes sobre mojado, y los dos Force India a tiros sueltos en un campeonato cautivador.
Domingo a las 14 la salida. Los fans de Ferrari sueñan con cantar el himno de Mameli bajo el podio, posiblemente después de escuchar el alemán.
