Trate de imaginar un gouache napolitano visto desde la colina de Posillipo o una fotografía de la campiña romana u otro paisaje italiano característico. Trate de pensar en el elemento que mejor resuma y contenga toda su belleza y ornamento, no solo artístico. Y trate de imaginar lo que está en primer plano. Sin duda es el Pino de la casao más bien el Pinus piña tal como lo definió correctamente el gran naturalista y botánico Linneo.
Este "monumento" verde que caracteriza todo el patrimonio paisajístico italiano -que no es casualidad que los ingleses llamen pino piñonero italiano y los franceses Pin de Italia - es el título y tema de un precioso libro firmado por julia caneva, catedrático de Botánica Aplicada en Roma Tre, autor ya de un conocido volumen sobre el Código Botánico de Augusto al que se hace referencia en el Ara Pacis de Roma. El Pino Doméstico, leemos en el volumen, está escrito en primera persona y se cuenta a sí mismo a partir de sus connotaciones científicas, de su historia, de sus "compañeros de viaje", es decir, de las demás plantas que componen ese maravilloso fresco de colores y aromas que caracterizan a todos los maquis mediterráneos.
Ya en la antigua Roma era apreciado y difundido como símbolo de fertilidad. Posteriormente, para llegar a la actualidad, en 1966 se planteó la pregunta del entonces ministro de turismo, Achille Corona, sobre cuál era el árbol que mejor podía representar las bellezas y tradiciones botánicas nacionales: entre tantos feroces competidores como el 'olivo o ciprés, el pino fue elegido “… por la caprichosa elegancia y compostura de líneas, que rompe el perfil calmo de las colinas…”. Con esta definición entra de lleno en el acervo global del arte italiano que se extiende desde los lienzos y las esculturas y llega hasta las grandes visiones de los panoramas, hasta el punto de hacer de estos últimos casi una ciencia y donde Pino, de hecho, tiene un lugar de todo relieve.
El volumen de Giulia Caneva nos lleva al corazón de muchas imágenes de nuestro país donde el Pino asume toda su importancia, en primer lugar, como hemos escrito, en las imágenes, en las fotografías, en la visión artística y en la percepción visual de muchos partes de Italia. Además, el volumen nos recuerda cuánto il Pino, su nombre, ha entrado con fuerza en la costumbre, la lengua y la literatura. Por ejemplo, uno de los nombres nacionales más comunes es Giuseppe, de ahí el diminutivo "Pino". Además de no recordar a Pinocho y a su padre putativo, un carpintero que, aunque apodado "mastro Ciliegia", optó por ponerle el nombre de la semilla de pino, el piñón, que en toscano se llama precisamente "pinocho". De la semilla, en particular, recordamos las propiedades medicinales y los usos en la cocina (uno para todos: pesto genovés). Por no hablar de cómo esta planta ha entrado de lleno en la literatura moderna con referencias que van desde Giovanni Pascoli a Giosuè Carducci, de Grazia Deledda a Italo Calvino y otros. Finalmente, el libro menciona su importancia en la historia de la navegación cuando su madera se utilizó en el entablado y para los grandes troncos de las "columnas del mástil".
Todos estamos en deuda con esta planta y, mientras tanto, agradecemos al autor del volumen que nos lo recordó.