Hacía años que no veíamos hazañas semejantes realizadas por un corredor con el maillot rosa. lo que está haciendo Simon Yates en este Giro es algo extraordinario. Su ataque, seco e instintivo, en la subida hacia Costalissoio para dejar a Dumoulin y al resto de la compañía en la estacada, volando hacia el gol de sappada -14 km en aceleración en solitario- era otra perla que ofrecía el británico, que en este Giro ya suma tres victorias y tres segundos puestos, un auténtico botín de caníbales. Un dominio absoluto que se refleja en la nueva clasificación al final de un tremendo fin de semana de trabajo, entre Zoncolan y la meseta de Dolomitas, una clasificación que ve a Yates cada vez más firme en la cima con una ventaja sobre el segundo, que es Dumoulin, subió a 2'11. Un Dumoulin que pese a las evidentes dificultades supo no desplomarse cuando se quedó solo, también desprendido de Pinot, Carapaz, Pozzovivo y López que se habían encontrado juntos persiguiendo al escurridizo Yates. El holandés, subiendo sin forzar nunca el paso, consiguió alcanzar a los cuatro que discutían por turnos. Y en la meta sprint, ganada por López a 41" del maillot rosa, Dumoulin finalizó tercero, embolsándose el bonus de 4" que sirvió para limitar a 47" la factura total del día a pagar a Yates. Maestro del Giro hasta el momento, Yates nunca ha estado más como el domingo, después de la carrera, sin embargo, apareció una extraña mezcla de cansancio, emoción e inquietud. Entendemos el cansancio después de semejante empresa, entendemos la emoción porque está escribiendo páginas de gran ciclismo, pero la preocupación, ¿por qué? Fue el propio Yates, con voz débil, quien explicó que la ventaja acumulada hasta ahora sobre Dumoulin no le asegura en la contrarreloj que afrontará el Giro el martes tras este lunes de descanso. Yates pretendía llegar a esta cita crucial al menos tres minutos antes que el holandés. Pero con las subidas que aún tiene que afrontar el Giro, sólo una contrarreloj imprevisible podría privarle de un merecido triunfo en Roma en Roma. Las probabilidades de los corredores de apuestas están todas a su favor, con Yates en 1,44 mientras que Dumoulin está en 2,75. Todos los demás ya casi no se tienen en cuenta para la victoria final. Pinot, Pozzovivo, Carapaz, López parecen ahora destinados a pelear solo por el podio, pelea en la que también podría reincorporarse Chris Froome, fuerte en la contrarreloj, pese al retraso acusado en Sappada -17º a 1'32” por Yates- que empujado de nuevo al séptimo lugar en la clasificación a 4'52 ”detrás del maillot rosa. Para el británico, gobernante de Zoncolan, la etapa Dolomita fue un semifracaso en su 33 cumpleaños.
Completo y doloroso fracaso fue el de Fabio Aru, se derrumbó en el Passo di Sant'Antonio, absorbido por la parte trasera de la carrera, hasta zigzaguear cuesta arriba en medio de un colapso físico y nervioso. El sardo estuvo a un paso de retirarse. Sólo los ánimos de sus compañeros, con el buque insignia del UAE Emrates, escoltándolo en su doloroso calvario, empujó a Aru a terminar la etapa, muy por detrás a casi 20 minutos del vencedor.
Sappada fue fatal para Aru como lo fue, por otras razones, también para Roberto Visentini. En su meta, como recuerdan las crónicas ciclistas. La gran traición de Stephen Roche al italiano del maillot rosa, que fue su compañero y capitán en la Carrera, se produjo en el Giro de 1987. El irlandés, contra todo orden y lógica, atacó por sorpresa a Visentini, ganador del Giro de 1986, arrebatándole la primacía. Todo el infierno estalló, incluso los puños volaron entre los dos. Roche ganó el Giro y luego también el Tour y el Campeonato del Mundo. Un año triunfal para Roche, para Visentini fue un drama humano que marcó negativamente el resto de su carrera. Desde ayer Sappada también será recordado por la rendición de Aru, que las despiadadas cámaras inmortalizaron durante mucho tiempo hasta el punto de irritar al ciclista, un derrumbe que plantea serios interrogantes sobre el futuro de un esperado pero nunca del todo realizado campeón.