La opción básica del gobierno de Renzi es centrarse en reducir los impuestos y el gasto público. Sólo así se puede estimular el crecimiento y sólo con el crecimiento se puede salvar el bienestar. El mensaje llega alto y claro a las muchas almas de la izquierda, y a decir verdad también al centro-derecha que pide, a veces con buenas razones, más gasto en muchos sectores diferentes: del éxodo a los incompetentes, de las fuerzas de orden a la salud y así sucesivamente.
La cuestión es que, tras siete años de recesión y 20 años de crecimiento entre los más bajos del mundo, la prioridad absoluta es volver al crecimiento. Si se pierde este desafío, ninguna de las muchas necesidades que emergen con fuerza de la sociedad será satisfecha. Este enfoque es una ruptura radical con el enfoque tradicional de izquierda, que siempre se ha centrado en el tema de la redistribución justa de los recursos, directamente ya través de los sistemas de bienestar.
En teoría debería satisfacer al centro-derecha. Sin embargo, dado que la política no es el lugar privilegiado de la coherencia, las críticas llueven tanto desde la derecha como desde la izquierda. Y ello a pesar de que el programa de Renzi prevé reducciones para casi todos los tipos de tributación: trabajo asalariado, a través de los 80 euros, empresa, a través de la eliminación del IRAP, trabajo, vivienda, prevista para 2016, todavía empresa, a través de la reducción del IRES prevista para 2017, y también por cuenta propia, así como por cuenta ajena, a través de la reducción del Irpef prevista para 2018.
Con diferencia, la medida más relevante fue el recorte de 80 euros a favor de los asalariados medios-bajos. Un trabajo reciente del Banco de Italia y de dos investigadores serios, Luigi Guiso y Stefano Gagliarducci, ha demostrado que los 80 euros se han gastado y han contribuido casi por completo a sostener el consumo y el PIB. Esta evidencia debería silenciar las muchas voces críticas que han dominado el discurso público durante más de un año desde que se anunció esta medida.
Como sostienen Guiso y Gagliarducci, el escepticismo sobre los efectos expansivos de esta medida “se basó en argumentos que no eran sólidos en principio”, además de no estar respaldado por ninguna prueba. Se decía que la gente ahorraría los 80 euros, que por tanto irían en beneficio exclusivo de los bancos, y la evidencia la mostraba la indudable tendencia aún deprimida del consumo, sin prestar atención al contrafactual, es decir, la posible tendencia del consumo. si no los hubiera era la medida de estímulo.
A menudo estas cosas fueron dichas por las mismas personas que eran fervientes acerca de la teoría de la cuarta e incluso la tercera semana. Finalmente, Guiso y Gagliarducci demostraron que aquellos que están luchando para llegar a fin de mes, es decir, aquellos que están cerca del umbral mínimo del impuesto (8.145 euros), se han gastado todo el dinero del bono, hasta el último centavo. Por supuesto que lo es, como cualquier persona sensata debería haber entendido desde el principio.
El próximo paso en el programa del gobierno es la eliminación de los impuestos sobre la primera vivienda. Es cierto, como argumentan los críticos, que el impuesto a la primera vivienda existe en casi todos los países y es un impuesto con poca distorsión. La elección de Renzi se explica por una intuición fuerte y difícilmente discutible: en Italia, en los últimos años, el impuesto sobre la vivienda ha sido el símbolo del gran lío de la política, la prueba comprobada de que las promesas se hacen y no se cumplen, la demostración de que en Al final, la izquierda es siempre la del "tax and gast".
Además, los italianos han experimentado de primera mano lo que significa no saber hasta el último minuto cuántos impuestos pagar e incluso qué impuestos pagar. En definitiva, un gran lío. Preguntémonos si, deshaciéndonos de este lío, no sería más fácil para nosotros, por un lado, recuperar la confianza de los italianos en las perspectivas de la economía y, por otro, tener el consenso necesario para completar las muchas otras reformas que se han iniciado -incluidas las reformas institucionales, la de la administración pública, la escuela, el trabajo y la justicia- que, junto con la reducción de impuestos, son esenciales para dar vigor a la recuperación que existe y finalmente volver a colocar a Italia en un sólido camino de crecimiento.