Hace menos de diez años, Exxon Mobil era la empresa más poderosa y rica de la Bolsa de Valores de Estados Unidos. Y, como escribe el Wall Street Journal, la mera idea de un ataque de los accionistas dispuestos a impugnar las estrategias de la reina del petróleo se consideró "simplemente impensable". Tampoco lo tuvo más fácil para los analistas que se atrevieron a cuestionar las estrategias basadas en el aumento de la extracción de crudo de los desiertos, océanos o bajo el hielo del Ártico. A ellos el CEO Lee Raymond, en una asamblea, les reservó el epíteto de "ratones parlantes estúpidos y tontos".
Un ambiente muy diferente se sentirá esta tarde, a las 16:XNUMX hora italiana, cuando comenzará la reunión con los accionistas tras la votación que, según el Financial Times, puede representar “una etapa revolucionaria para todo el sector energético”, aceite pero no solo. De hecho, antes de la reunión se conocerá el resultado de la votación a favor o en contra de la política del único mayor que no ha repudiado explícitamente un futuro basado en las energías fósiles. Es decir, sabremos si Motor no. 1 , una asociación de accionistas en sus inicios en el campo de la energía, logró nombrar a cuatro directores independientes autorizados para el directorio (“gente que no entiende nada de energía”, protestó la alta dirección) con la tarea explícita de imponer un cambio en la gestión de Darren Woods, el consejero delegado en el cargo desde 2017 que insistió, aunque con algunas correcciones de rumbo, en la política tradicional de todo el petróleo: sí (y es una gran noticia) el número uno del grupo admite a regañadientes que la contaminación depende del petróleo pero, añade, antes de cambiar a las renovables, hay que llenarse de beneficios. Sólo los grupos sólidos podrán permitirse una política de renovables realmente eficaz, no sólo operaciones de marketing a corto plazo.
Gracias a esta política, responde el equipo de Engine, en 2020 Exxon tuvo que registrar un pérdida de 22 mil millones dólares, la última etapa de un vía crucis que comenzó bajo el reinado de Rex Tillerson, CEO de 2006 a 2017 antes de ascender durante unos meses al rango de primer secretario de Estado de la era Trump, ya galardonado por Putin con uno de los más altos honores rusos por su compromiso con la extracción de petróleo del Ártico. Su balance es dramático: Big Oil tenía 39 mil millones de dólares en efectivo a su llegada, pero 21 mil millones en deuda a su salida. La falla de los capiteles se desvaneció en el hielo de Siberia pero también en las arenas bituminosas de Canadá o en el petróleo de esquisto. Además del patrimonio de imagen dilapidado en esos años, luego más dañado tras una imprudente exposición en el Vaticano en 2019: al Papa Francisco que pedía un compromiso con el medio ambiente, el CEO le responde que sí, que está de acuerdo, pero que primero tiene pensar en los accionistas. Justo lo que hoy podría limitar severamente sus poderes.
En el papel, de hecho, no hay coincidencia dado que Motor presentó sólo el 0,2% del capital, un paquete de 50 millones de dólares sobre un capital de 250 mil millones. Pero Wall Street, que el martes castigó a la ex reina de la bolsa expulsada de la élite Dow hace un año con una pérdida del 2,8%, lo ve diferente. Solo ayer BlackRock, el gigante del ahorro que tiene el 6,7% del capital, se ha puesto del lado de los manifestantes en parte: sí a la confirmación del consejero delegado, pero también a la llegada de los directivos "revolucionarios". Los otros Bigs, Vanguard (8,5% fuerte) y State Street (5,2%) guardan silencio es muy probable que los directivos se muevan juntos, de acuerdo con las indicaciones de Lorenzo Fink, el líder de Black Rock que había prometido una campaña de asamblea verde. En breve un buen 20% del capital a los que se sumarán las acciones de al menos tres fondos de pensiones, entre ellos el poderoso Calpers que representa a los funcionarios de California, más los afiliados movilizados por los distintos apoderados, Glass Lewis e Iss a la cabeza.
Para confirmar la importancia de la apuesta en juego, basta señalar la magnitud de las cifras gastadas para sustentar las tesis opuestas: 35 millones de dólares invertidos por Exxon contra 30 por Engine. Probablemente nunca una batalla empresarial haya movilizado tanto dinero. ¿La razón? Si se aprueba la tesis del Motor 1, Exxon tendrá que doblegarse a los objetivos señalados por elAgencia Internacional de Energía, o centrarse en las emisiones cero (y por lo tanto el fin del carbono fósil) para 2050, un objetivo considerado imposible por varios expertos, escépticos sobre el potencial de las energías renovables. "Como sea que termine hoy - siseó Woods - el mundo seguirá necesitando nuestro trabajo".