Con la agresión a Ucrania, Vladimir Putin “contaba con nuestra división: sucedió todo lo contrario”. Se trata de un mensaje de unidad entre Estados Unidos y la Unión Europea que lanzó el presidente estadounidense, Joe Biden, al término de las tres cumbres internacionales celebradas este jueves en Bruselas (nacido, G7 y el Consejo Europeo). El número uno de la Casa Blanca dictó la línea tanto desde el punto de vista militar como político y económico.
Apoyo militar a Ucrania
En el primer frente, Biden no ha descartado el uso de la fuerza si Rusia utiliza armas químicas o nucleares.
Las nuevas armas que llegan a Kiev
Además, la OTAN proporcionará a Kiev defensa antiaérea contra ataques a reacción y especialmente con misiles. Washington ya le ha dado a Ucrania todos los SA-8 y S-300 soviéticos que compró durante y después de la Guerra Fría, pero ahora le está pidiendo a Eslovaquia, y probablemente también a Bulgaria y Grecia, que hagan lo mismo a cambio de los Patriots. Luego vendrán los misiles antibuque, con los que Italia está bien equipada, que hasta ahora han sido el talón de Aquiles de la resistencia, permitiendo a las unidades rusas bombardear desde el mar. Finalmente, materiales para la defensa contra ataques químicos, biológicos y nucleares.
La exclusión de Rusia del G20
Además, al presidente estadounidense le gustaría que Putin fuera excluido de la reunión del G20 de octubre en Bali, o al menos que se invitara a Zelensky. Hoy en Polonia, junto a los refugiados, pudo encontrarse con el número uno del gobierno de Kiev.
Las nuevas sanciones económicas contra Rusia
En el plano económico, las decisiones más importantes fueron tres: nuevas sanciones contra unos 400 líderes del régimen ruso, incluidos los diputados de la Duma; medidas para evitar que el Banco Central de Moscú utilice oro para respaldar el rublo; el plan para la independencia energética de Europa que se anunciará hoy, tras una nueva reunión con la presidenta de la Comisión Europea von der Leyen.
Estados Unidos vende gas a Europa
Estados Unidos promete vender a Europa 15 millones de metros cúbicos adicionales de gas licuado (particularmente caro, incluso para los costes de transporte), para ayudar a la Unión a reducir su dependencia de Rusia en dos tercios a finales de año. Mientras tanto, Bruselas debería comenzar a construir infraestructura destinada a cambiar permanentemente el suministro.