La sombra de la Esfinge se extiende sobre la economía egipcia. La respuesta al caos político es, por el momento, un toque de queda que vuelve enigmático el futuro de El Cairo, no sólo a nivel social.
El estado de emergencia declarado por el gobierno interino ya está pasando factura a los negocios y la economía de la capital. él lo trae de vuelta Al Jazeera, en un largo reportaje sobre los efectos secundarios del toque de queda. La Bolsa perdió 17 millones de libras egipcias una hora y media después de abrir y El Cairo, una ciudad que generalmente nunca duerme, se ve obligada a dormir a las 7 de la noche por el cierre de calles, bares y restaurantes.
"Nuestras ventas han disminuido en un 70 por ciento y, si seguimos así, nos veremos obligados a cerrar dentro de un mes", dijo el comerciante Tareq Mohamed Abdulla a Al Jazeera. "Nunca había visto algo así, ni siquiera el 25 de enero [se refiere al 2011 disturbios]. Ya he tenido que hacer despidos".
Mohamed Ali, un joven agente de ventas de una empresa de alimentación que abastece a gasolineras, teme perder su trabajo pronto: "Ya hemos tenido que reducir la producción porque la demanda ha bajado - dijo el joven de 27 años - la gente no se detiene más en los surtidores de gasolina y no compra nuestros productos”.
Las cosas empezaron a empeorar después de las protestas del 30 de junio, que llevaron a la destitución del presidente Morsi. La inestabilidad política se transformó en violencia generalizada, culminando en una de las semanas más sangrientas en la historia del país y la declaración del estado de emergencia.
En realidad, Egipto es una nación acostumbrada a vivir bajo toque de queda. Pero éste, con las fuerzas de seguridad autorizadas a disparar contra cualquiera que pueda suponer una amenaza para las instituciones, es diferente.
“Nuestras operaciones se han reducido en un 80 por ciento -dice Mohamed Saber, director de una oficina de cambio en Nasr City, no lejos de donde fue desalojada violentamente una gran sentada pro-Morsi- La gente vendía dólares estadounidenses pero pocos los compraban. Los negocios locales generalmente pagan en moneda estadounidense los productos importados, y si poca gente compra dólares, eso significa que hay un colapso de las importaciones y el comercio”.
Y mientras la economía civil se hunde, el ejército sigue siendo una isla fortificada. “El presupuesto militar es prácticamente una caja negra –comenta Ibrahim el-Hassawy, investigador económico del Instituto Nacional de Planificación– nadie sabe de dónde sale el dinero ni adónde va. El ejército es como si fuera un estado separado”.