Gestión de los flujos de petróleo, disputa religiosa entre chiítas y sunitas, choque político por la dominación en las zonas del Golfo y Medio Oriente. Pero no solo. El resurgimiento de la tensión entre Arabia Saudí e Irán también puede explicarse, si no sobre todo, por "acontecimientos relacionados con la política interna de los dos países". Stefano Silvestri, asesor científico y expresidente del Instituto de Asuntos Internacionales (IAI), está convencido de ello.
Doctor Silvestri, ¿entonces no cree que la escalada de los últimos días sea resultado del acuerdo de julio entre Occidente e Irán?
“A los saudíes ciertamente no les gustó el acuerdo de Viena sobre el tema nuclear iraní, porque con el levantamiento gradual de las sanciones temen un retorno político de Irán, también en relación con los países aliados de Arabia, en particular Estados Unidos. Pero esta es una preocupación a largo plazo. El problema más corto (y que en mi opinión está en la base de las controversias actuales entre los dos países) en realidad se refiere a la política interna, tanto en Arabia Saudita como en Irán. Desde este punto de vista, los dos países son completamente similares”.
¿En qué aspectos?
“En Arabia Saudita la pregunta se refiere al posible cambio en las políticas sociales del régimen vinculado a la disminución de los ingresos petroleros y en general a la situación económica. Lo mismo se aplica también a Irán, pero en este caso podemos añadir el hecho de que la mayor apertura hacia Occidente que seguirá a los acuerdos de Viena hace temer al régimen una fortísima pérdida de consenso, o incluso una forma de revuelta”.
¿No está también en juego la hegemonía en la región?
“También existe este aspecto, particularmente con respecto al dominio sobre Mesopotamia, es decir, Irak y Siria. Este es el único punto de competencia real entre los dos países. El problema es que el choque se enmarca, una vez más, como una guerra directa entre facciones suníes y chiítas, una competencia ideológica relativa a quien defienda la interpretación más pura de las diversas creencias religiosas. Lo cual es extremadamente peligroso, porque desvía la atención de la lucha contra el terrorismo al conflicto secular dentro del mundo musulmán, lo que corre el riesgo de dejar más espacio e incluso dar un papel a los terroristas chiítas y sunitas”.
¿Qué pasa con las sanciones contra Irán en este momento? ¿Continuará la retirada gradual o tendrá efecto la presión de Riad?
“Creo que el proceso continuará más o menos según lo planeado, también porque no creo en absoluto que Irán elija proceder con operaciones militares o de rearme en esta etapa. Los únicos dos hechos que pueden bloquear el proceso son, en el corto plazo, un posible informe negativo de la AIE y, en el largo plazo, un cambio en la política estadounidense debido a la elección de un nuevo presidente. Pero ambos casos me parecen improbables en este momento".
¿Cuáles serán las consecuencias de este nuevo escenario sobre los precios del petróleo?
“Desde una perspectiva de conveniencia, es obvio que tanto Arabia Saudita como Irán preferirían precios más altos. Sin embargo, ambos son conscientes del hecho de que, si recortan la producción en esta etapa, es posible que no obtengan un aumento de precios, porque el recorte tendría que ser muy sustancial, más del 50%, para tener efecto, y al mismo tiempo perder clientes y mercado".
¿Por qué razón?
“Estados Unidos, Europa, China, Japón: todos necesitan certezas en su suministro de petróleo. Un país exportador que hace un recorte tan drástico en la producción pierde confiabilidad e induce a sus clientes a obtener suministros de petróleo en otros lugares. En ese momento, realmente podría haber una guerra entre Arabia Saudita e Irán: si uno de los dos recorta la producción, el otro tendría todo el interés en aumentarla para tomar esa porción del mercado”.
Además, con la posible subida de los precios del petróleo, el esquisto americano volvería a ser competitivo.
“Sin duda, así como todas las energías alternativas hoy sacadas del mercado por los bajísimos precios del crudo. Así, la reducción de los precios, si por un lado redujo los ingresos de los países exportadores, por el otro confirmó su posición de mercado a largo plazo. Se trata de elegir. En mi opinión, la medida de recortar la producción para subir el precio es muy peligrosa, porque puede no funcionar y tiene muchas contraindicaciones. Creo que ni Arabia Saudita ni Irán se expondrán a riesgos similares”.
Volviendo a la crisis entre Riad y Teherán, ¿qué papel debería jugar Occidente?
“En primer lugar, puede tratar de no aumentar la presión con declaraciones absurdas de ambos lados. Entonces, en esta fase, puede sobre todo desempeñar una función de mediación política, tratando de volver a poner en el centro del debate la lucha contra el terrorismo y no la oposición entre chiítas y sunitas”.
En su opinión, la alianza occidental con el régimen saudí, abocada al expansionismo político y religioso, ¿no es un problema?
“Tenemos problemas con todos. Ciertamente es peligroso confiar únicamente en los buenos oficios y en las opciones de regímenes tan diferentes a nosotros y con diferentes sensibilidades para la seguridad de uno. Quizá convendría ser más desapegados en nuestra política hacia estos países”.
¿Y en Siria? Para normalizar la situación, ¿necesitamos iniciativas militares o una estrategia diplomática que involucre también a Rusia e Irán?
"Ambos. Las operaciones militares son necesarias porque ISIS ahora no puede ser eliminado por medios políticos. Por otro lado, el acuerdo diplomático es fundamental y también es importante involucrar a Rusia e Irán, como todas las partes activas en el conflicto”.
¿Cree que Arabia Saudita se sentaría a la mesa de negociaciones junto con los rusos y los iraníes?
“Creo que sí, no hay problema con eso. La pregunta principal es entender cuál es la mejor solución política para Siria a largo plazo”.
Europa y EE. UU. tienen como objetivo derrocar a Assad, pero ¿reemplazarlo con quién? De momento las alternativas son Isis y Al-Nusra, que aparece entre las siglas de lo que se define como la "oposición moderada" pero está afiliada a Al Qaeda.
“Sí, exacto, por el momento no hay muchas alternativas. Algunos están proponiendo una especie de nuevo gobierno obligatorio encomendado a las Naciones Unidas, pero me parece casi una locura (haría falta mucho más que un simple acuerdo diplomático para garantizar la seguridad de tal solución). Pero mantener el régimen de Assad tampoco es un proyecto sostenible. Sería como decir que para evitar lo que pasó en Irak hubiera sido mejor que se hubiera quedado Saddam Houssein: ciertamente la guerra en Irak fue un error, pero Saddam no fue la solución”.
Mientras tanto, el estancamiento de la guerra en Siria está abriendo el frente en Libia. ¿El acuerdo para el gobierno de unidad nacional puede ser un punto de inflexión o no? ¿Y cómo debe moverse Italia?
“El acuerdo es bastante importante, pero con la condición de que fructifique pronto, de lo contrario seguirá siendo otro episodio irrelevante en la guerra civil libia. Italia debe ejercer todas las formas de presión y diálogo a su alcance para intentar formar un ejecutivo libio más sólido, o consolidar el actual, para pasar de la fase de todos contra todos a una fase de cooperación efectiva. El acuerdo contiene las premisas de todo esto, pero falta aún la fuerza, las verdaderas adhesiones de los distintos grupos militares”.
