La espera promedio, en la fila larga, es de 90 minutos. Y la cola se despliega hacia un puesto del distrito Nishi-Ginza de Tokio, donde se venden billetes de lotería de fin de año: ganarán 49 billetes, dotados con 500 millones de yenes cada uno (unos 3 millones y 300 mil euros), libres de impuestos. Hay muchos puestos, pero el de Nishi-Ginza es muy popular, ya que vendió muchos boletos ganadores en el pasado.
Las sabias conclusiones del cálculo de probabilidades no apelan al consciente e inconsciente colectivo, ni revelan que, como en todas las loterías, la comunidad es la perdedora, dado que el premio mayor siempre es inferior a la recaudación y el único el que gana es el estado. Pero la esperanza es eterna, y muchos piensan que la crisis de la economía japonesa, y en particular el aumento de los precios, tras la subida de los tipos del IVA, que ha erosionado los salarios reales, es la responsable de este refugio en la esperanza de ganar.
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