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El último duelo, Ridley Scott vuelve a intentarlo pero las imágenes no alcanzan

El duelo entre dos caballeros por el amor y el honor de una mujer es un clásico del director pero el hábil uso de la cámara y las espléndidas imágenes no son suficientes para hacer una obra maestra de una película que tiene sabor a inacabada.

El último duelo, Ridley Scott vuelve a intentarlo pero las imágenes no alcanzan

Francia, finales del siglo XIII, dos caballeros luchan a muerte por el amor y el honor de una mujer. Esto, en pocas palabras, la trama de El ultimo dueloEl último trabajo de Ridley Scott. Inmediatamente debemos afirmar que es el mismo director que lo propuso justo en su debut (1977). los duelistas, basada en una novela de Joseph Conrad, con la que ganó un León de Oro en Cannes y un David di Donatello y por ello había legítima expectativa sobre cómo abordaría el tema después de más de 40 años. Desde entonces y hasta el día de hoy, Scott nos ha regalado perlas de absoluto valor cinematográfico: desde Blade Runner vía Thelma & Louise y Gladiador. En este caso, el director no solo retoma su obra anterior sino que se ha aventurado una vez más en uno de los lugares de actualidad del cine, de la historia, de la literatura pero también de la antropología cultural: el enfrentamiento armado entre dos contendientes, uno fatalmente condenado al fracaso. Para mantener la memoria al día recordemos algunos precedentes: Héctor y Aquiles en la Odisea, pasando por el Hamlet de Shakespeare y llegando a los legendarios duelos en el western de Sergio Leone. 

Premisa adicional y necesaria: la mano de Scott con la cámara es muy educada, atenta y meticulosa, siempre en el punto de visión adecuado. Consigue captar como pocos los movimientos escénicos, las luces, los rasgos de los personajes y, no menos importante, la puesta en escena coreográfica (aunque digital). En particular, la atención al detalle esencial en este tipo de películas es de notable factura en un escenario histórico de gran impacto visual. Sin embargo, todo esto no es suficiente. En cuanto a la narración y el guión, uno queda algo perplejo.

 La trama (basada en una historia real) se desarrolla en tres plantas: cada uno de los protagonistas cuenta su verdad sobre un episodio dramático: la violencia sexual ejercida contra la protagonista (Jodie Comer en el papel de Marguerite de Carrouges). Por un lado, el marido legítimo (un casi anónimo Matt Damon disfrazado de Jean de Carrouges) que accede a dar a conocer la historia a pesar de la moral común adversa a dar a conocer tales episodios. Por otro lado, el malvado agresor (Adam Driver como Jacques Le Gris) que mantiene plenamente su inocencia. Y, finalmente, el personaje principal disputado entre los dos hombres. La verdad y la falsedad se enfrentan primero ante el Rey quien, no sabiendo administrar justicia en lo que a su competencia se refiere, se remite a la duelo de dios, llamado así porque dejaba la resolución del conflicto al juicio divino. 

El último duelo, el tráiler oficial

Están todos los ingredientes para abordar una historia cinematográfica de gran interés en la época de lo Políticamente Correcto: no sólo la verdad múltiple y relativa al punto de vista de quien la cuenta, sino también el amor a precio de castillo, la amistad a el precio del título nobiliario, la justicia al precio de testigos más o menos corruptos y el duelo al precio de un instrumento judicial. Queda una duda y algunos interrogantes sobre un pasaje fundamental del "debate jurídico" sobre la noble violada donde se detiene una pregunta a la que están sometidas todas las víctimas del ultraje y la violencia: ¿fueron también partícipes sin saberlo? La pregunta es más cruda y directa, pero es la misma que los abogados defensores de los agresores dirigen a las víctimas, implicando en ocasiones su "participación". Es un tema de gran importancia que aún incide en un pasaje social y cultural aún no plenamente realizado en la sociedad contemporánea: la mujer como objeto "privado", víctima de muchos padrinos y amos que a menudo abusan de ella a su antojo.

The Last Duel, desde este punto de vista, deja una sensación de incompletitud, de indecible, de omitido mientras se basa en su mayor parte solo en imágenes que, como se sabe, como tales no son suficientes, incluso si son de excelente mano de obra técnica. Ridley Scott, sobre todo en su etapa "juvenil", nos había acostumbrado en cambio a productos mucho más ricos en materia de reflexión mezclando hábilmente dos ingredientes fundamentales: grandes efectos escenográficos y riqueza de contenido como, precisamente, las tres películas mencionadas anteriormente. En este caso, en su madura vejez (83), se mostró más inclinado a las concesiones de mercado, a la forma estética de los fotogramas que al cuidado del guión. Tenemos algunas dudas de que El último duelo tenga la misma posición en los anales del cine que algunos de sus trabajos anteriores.

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