El presidente Bonomi se lo ilustró brevemente al primer ministro Conte durante los Estados Generales. Las bases programáticas de la nueva presidencia de Confindustria están contenidas en un volumen “Italia 2030” presentado el jueves en Assolombarda por el vicepresidente Antonio Calabrò, con Renato Carli y Marcello Messori como editores del volumen.
Se trata de un análisis en profundidad confiado a numerosos estudiosos, expertos y empresarios que destaca no sólo los antiguos y estructurales males de nuestra economía, sino que también ofrece Sugerencias sobre “qué hacer” y “cómo hacerlo” hacer un gran avance capaz de poner a Italia de nuevo al nivel de los países más desarrollados y, por lo tanto, ocupar el papel que se merece en Europa y en el mundo. Un papel que la población -capaz de hacer sacrificios como se ha visto en la lucha contra el Covid-19- y las propias empresas que supieron superar la anterior crisis de 2008-2009 con su punto de vista avanzado, se lo merecen con creces.
Desde el punto de vista del análisis, las carencias detectadas y los objetivos propuestos son los ampliamente conocidos: fomentar el desarrollo empresarial, mejorar la innovación, centrarse en la sostenibilidad ambiental pero también social, mitigar las desigualdades de ingresos, reformar la Administración Pública.
Para cada capítulo hay indicaciones innovadoras que enmarcan las propuestas individuales en un marco europeísta dado que las empresas son muy conscientes de que su mercado de origen es toda Europa y por lo tanto hay un bajísimo rechazo a los soberanistas, a los que predican el retorno a la Italia autárquica del período fascista. Además, sabemos muy bien que curar los males antiguos y recientes del país, después de más de veinte años de estancamiento y baja productividad, requiere un tiempo relativamente largo.
Es cierto que, como recordó el Gobernador del Banco de Italia, Visco en la reunión de Villa Pamphili, que la inclusión de proyectos a corto plazo en una estrategia clara a largo plazo incide positivamente en las expectativas de los consumidores y empresarios que tienen que decidirse a invertir, y por tanto mejora el clima de confianza en las perspectivas de la economía. Pero nuestros conciudadanos no parecen ser conscientes de ello, mientras que los políticos no tienen el coraje de adoptar estas posiciones. Por eso hubiera sido bueno que los diarios y la televisión hubieran prestado más atención a las palabras del Gobernador.
Y de hecho el problema es cómo transmitir el consentimiento de los ciudadanos-votantes, hacia programas y proyectos prospectivos. Es cierto que en muchos casos ciertas reformas y ciertas innovaciones tienen costos inmediatos y beneficios más lejanos en el tiempo. Con un sistema político enfermo de presentismo, en perpetua fibrilación por una encuesta, sufriendo de bulimia comunicativa, dispuestos a decir las cosas más absurdas para hacer noticia, es muy difícil formular estrategias y políticas que necesitan un horizonte de mediano plazo para ser efectivas.
Por supuesto, necesitamos animar a la clase política ya la clase dominante en general a pensar generosamente en el largo plazo, pero esta esperanza no parece suficiente. Tenemos que encontrar una manera coagular un amplio consenso en torno a un programa de "renacimiento" de nuestro país. Un programa basado en dos conceptos clave: garantizar una protección adecuada frente a los peligros, sean de la naturaleza que sean y vengan de donde vengan; convencer a nuestros conciudadanos de que no se puede vivir de subsidios pero que necesitamos movilizarnos para tener proyectos con visión de futuro que deberían tener como objetivo no tanto dar dinero a todos, sino ofrecer a la mayoría de los ciudadanos la perspectiva de estar satisfechos con lo que quieren hacer.
El problema fundamental es que Los italianos temen la innovación y las reformas porque creen que corren el riesgo de perder lo que tienen hasta ahora, sin estar seguro de poder llegar a una mejor posición. El proyecto de Confindustria para superar este obstáculo se centra en una reforma del bienestar y en particular del mercado laboral para poder proteger a todos aquellos que se verán obligados a pasar de sectores en declive a nuevos sectores en auge. Por lo tanto, debemos revisar la confusa legislación actual sobre centros de empleo y capacitación para garantizar a quienes pierden su trabajo no solo un ingreso sino también una capacitación adecuada para poder trasladarse a lugares donde se requieren conocimientos tecnológicos más avanzados.
Y luego está una cuestión política esencial que ya ha puesto a la nueva presidencia de Confindustria en rumbo de colisión no sólo con el gobierno sino también con gran parte de la oposición que se demora en posiciones antieuropeas poco realistas.
En la desesperación de verse exprimido tanto del lado del gobierno donde el peso del 5 Estrellas es fuerte, como del lado de la oposición donde todavía hay quienes piensan que solos podemos y que no necesitamos el dinero del ESM, Confindustria redescubre los organismos intermedios e relanza una “democracia negociadora” que debe romper el cerco de la demagogia opositora, llevar a las fuerzas políticas a pensar en temas concretos, acercar posiciones con negociación continua, para remover los obstáculos que mantienen bloqueada nuestra economía.
Hay ejemplos en nuestra historia de roles positivos de cuerpos intermedios cuando, como en el caso deAcuerdo Costa-Di Vittorio después de la guerra,el Ciampi-sindicatos en 1993, han logrado representar el interés general y no son de su propia categoría. Luego hubo una larga fase de degeneración corporativa de las instituciones intermedias que de hecho han sido archivadas. Pero el liderazgo decisorio no ha funcionado, por lo que ahora se propone tratar de devolverle fuerza y coherencia al gobierno ya los partidos, canalizando un poco de consenso sobre estrategias y proyectos de recuperación, precisamente a través de los órganos intermedios.
Pero, ¿están preparados los organismos intermedios para convertirse en portadores de intereses generales? La Confindustria de Bonomi parece haber entendido que aplanar la dimensión del cabildeo por sí sola no lleva muy lejos.. Por lo tanto, propone buscar opciones estratégicas para crear un entorno propicio para el mercado y el crecimiento, como sucedió después de la guerra cuando incluso dentro de Confindustria se ganó la batalla contra quienes se oponían a la apertura al comercio internacional por temor a la competencia.
Este es el diseño que Bonomi le trajo a Conte. Cualquier cosa menos “la montaña que da a luz al clásico ratoncito”, como titula el diario Travaglio, quien, cegado por el partidismo oficialista, ni se da cuenta de las grandes novedades que avanzan en el panorama político y cultural italiano.