Para Italia se prevé un 2016 con un crecimiento positivo, pero muy lento y en todo caso inferior al de casi todos los demás países de la Eurozona. Esto se produce después de una larga recesión, más profunda que en otros países, y después de al menos dos décadas de crecimiento anémico.
Estos datos llevan a muchos a pedir políticas presupuestarias más expansivas, pero, como sigue repitiendo el ministro Padoan, Italia es uno de los pocos países del mundo "que tiene un espacio fiscal cero", es decir, que no puede permitirse más políticas de flexibilización presupuestaria. En cambio, la petición de reforzar el plan Juncker para que se convierta en un verdadero motor del crecimiento europeo merece un mayor apoyo político. Mientras tanto, sin embargo, no debemos desanimarnos: el diferencial de crecimiento de Italia solo puede abordarse reforzando y acelerando el programa de reformas.
El punto crucial es que algunas reformas importantes están solo en la mente del legislador, otras se han hecho, pero aún no son suficientes o aún no han tenido tiempo de desplegar sus efectos sobre la capacidad competitiva de las empresas y sobre la percepción de operadores económicos. Las reformas a la ley electoral ya la Constitución son decisivas, pero producirán efectos prácticos sólo en el largo plazo, a medida que mejore la funcionalidad de las instituciones y la calidad de la producción legislativa.
La reforma de las Administraciones Públicas sólo ahora alcanza el hito de los decretos delegados y, si todo va bien, tendrá consecuencias concretas a partir de 2018. Todavía no se ha llegado a un punto de inflexión en la reforma del poder judicial y en materia de competencia. Pero incluso las reformas que ya se han implementado con éxito toman tiempo para realizar plenamente sus efectos positivos. La reforma laboral está trayendo algunos beneficios, pero se necesita tiempo para que se acumule una jurisprudencia que convenza a las empresas de que el mundo realmente ha cambiado. La propia reforma de Fornero, decisiva para la fiabilidad internacional de Italia y, por tanto, para nuestra capacidad de atracción de inversiones, no producirá plenamente sus efectos positivos mientras quede la duda de que Italia pueda volver atrás y reintroducir opciones de salida anticipada, lo que reduciría en gran medida su capacidad estabilizadora. .
Nuestro país, por tanto, navega en el mar tempestuoso de los mercados internacionales con el lastre de viejos problemas que han comenzado a resolverse pero aún no han sido resueltos, y con el de viejas culturas y mentalidades. Y esto pone en marcha un círculo vicioso formado por bajas inversiones, lenta recuperación, persistentes dificultades en el mercado laboral, desconfianza, fuerte resistencia empresarial. En este contexto, Italia aparece ante los inversores internacionales como una nación marcada por un grado demasiado alto de incertidumbre política, además de económica y financiera. Pocos creen las encuestas según las cuales en las próximas elecciones políticas el Movimiento Cinco Estrellas podría vencer en las papeletas al Partido Demócrata, pero todos saben que no es un escenario imposible -quizás en conjunto con una nueva crisis de un pequeño banco o con algún Escándalo, no importa si es cierto o ingeniosamente inventado. Si esto sucediera, sería un problema para Italia, pero Europa tampoco duraría ni una semana. Este escenario es quizás menos probable, pero ciertamente más grave que un posible Brexit o una salida griega del euro. Este dossier también, como dicen, debería estar, claramente visible, en la mesa de Juncker.