"Tenga cuidado de cambiar los ingresos catastrales demasiado rápido, corre el riesgo de hacer más daño que bien". Este es el grito de alarma que lanza Luca Dondi, director del Observatorio Nomisma del mercado inmobiliario, sobre las modificaciones propuestas para el cálculo de los impuestos sobre la vivienda. “El uso de bases de datos –observa– está bien, pero no se puede referir a una sola. Existe el riesgo de distorsiones a nivel territorial, especialmente en los suburbios y municipios más pequeños, que podrían socavar toda la reforma”.
La casa ya está muy gravada y una acción precipitada puede conducir a injusticias indigestas. “Hay que tener precaución -dice el investigador- cuando se introducen diferenciaciones de valores según las características de los edificios y el paso de un catastro basado en las habitaciones a uno basado en la superficie es muy problemático”.
La prudencia no significa parálisis. El cambio es sacrosanto si realmente mejora las cosas y responde a criterios de equidad. “Pero hay que reconocer la complejidad de la acción, tanto práctica como teórica”. La transformación debe hacerse de forma gradual, aceptando fases experimentales y previendo la posibilidad de cambios posteriores.
En conclusión, la propuesta de Nomisma: “Una vez establecidos los nuevos valores base, debe permitirse una revisión, a petición del propietario, de la 'clasificación' de valor resultante del algoritmo, haciendo uso de una tasación pericial acordada en nivel nacional con un procedimiento de prueba pública. Por ello es necesario involucrar a sujetos afiliados de indudable y comprobada confiabilidad. El gasto en que incurra el propietario, que no exceda de 180 euros, dará lugar a un crédito fiscal si el resultado es favorable”.
