Detroit es un escenario en el que se representan con crudo realismo los acontecimientos económicos y sociales del mundo moderno desde los albores del siglo XX hasta la actualidad. En el tejido urbano de la ciudad se pueden leer en toda su dureza los acontecimientos de la gran industrialización del siglo pasado, la larga fase de decadencia y ahora los movimientos que tal vez los anuncian renacer a una nueva vida. Los altibajos han sido violentos, no mitigados por el bienestar estatal, como sucedió en otras ciudades americanas y sobre todo europeas, debido al carácter típico de la sociedad estadounidense que se alimenta de sus propias contradicciones. El viaje a la antigua ciudad del automóvil nos cuenta pues (tanto del pasado que vivimos gracias a la industrialización para la producción en masa como de la crisis más reciente) y sobre todo nos deja entrever, aunque en formas que todavía no están bien definido, cuál podría ser un futuro posible no sólo para su núcleo urbano sino para toda la economía de occidente, y quizás hoy se podría decir de todo el mundo.
José Berta, historiador y economista, experto en el sector de la automoción, sector que fue el corazón de la industria del siglo XX (la industria de las industrias), sintió la necesidad de visitar Detroit para escribir un reportaje que conduce al lector por las calles y las fábricas reducidas a gigantescas ruinas, las casas abandonadas y decadentes, los grandes edificios como la estación de tren que lleva casi veinte años cerrada, para descubrir la gran historia, no solo económica sino también humana, que transcurrió en esos lugares, las alegrías y los sufrimientos de la la gente, las victorias y las derrotas, hasta lo que hoy puede ser el amanecer de una nueva página para la ciudad y para toda la economía en general.
Giuseppe Berta (Detroit, viaje a la ciudad de los extremos, il Mulino) subraya que Detroit es emblemática de la evolución de la economía industrial que afectó a todo el mundo en el siglo pasado. Mirando las grandes fábricas del pasado que ahora yacen abandonadas, y pensando en lo que pasó allí, luchas sindicales y grandes disturbios como la rebelión negra de 1967, que sacudió la sociedad hasta sus cimientos e inició la decadencia de la ciudad, se pueden ver claramente las características prominentes de nuestra contradictoria y dura modernidad.
La industria del automóvil está dominada por la figura demiúrgica de Henry Ford, el inventor de la producción en masa, el fordismo, de las grandes fábricas copiadas también en Italia por Fiat en el Lingotto de Turín, amante del sueño americano, pero también defensor de una antisemitismo sombrío y un violentamente antisindicalismo. Ford parece englobar todas las contradicciones del hombre en el que coexisten rasgos de genialidad con aspectos brutales. Y sin embargo, Henry Ford pudo colaborar con un comunista como el pintor Diego Rivera, quien le hizo pintar la pared del museo que había donado a la ciudad. Rivera interpretó la idea misma de la obra de Ford: hombres hacinados en espacios reducidos pero sobre todo felices y orgullosos de lo que hacían. También colaboró con un arquitecto judío que pudo traducir las ideas del gobernante de la industria automotriz en ladrillos.
Pero Detroit es también la ciudad de música. el funeral de Aretha Franklin duró no menos de nueve horas, testimoniando el apego de la ciudad a sus glorias. Fue la ciudad de las luchas sindicales, muchas veces sangrientas, de las revueltas negras como la de 1967 que duró más de un mes: fue necesario movilizar al ejército para sofocarla. Una ciudad que ha visto caer su población de más de 1,8 millones o poco más de 600 mil personas, casi todas de color. En verdad, el área metropolitana aún cuenta con 4,5 millones de habitantes, dado que muchos blancos han preferido salir del núcleo urbano para irse a vivir cerca. ¿Hay algún síntoma de recuperación hoy?
Berta subraya la dificultad para entender lo que depara el futuro. La industria del automóvil se ha embarcado en el camino hacia una revolución tecnológica que nadie sabe exactamente adónde nos llevará y si las enormes inversiones requeridas realmente pueden ser reembolsadas por el mercado. Algunas dudas se cuelan en las páginas de Berta sobre la sensatez de invertir capitales tan ingentes en avances espectaculares como la conducción sin conductor, pero cuya utilidad real aún parece bastante nebulosa.
sin embargo Detroit ha tomado el camino del renacimiento. Nunca volverá a ser el de hace un siglo. Pero se percibe en sus habitantes un aire de aquellos que son conscientes de tener que trabajar duro para mejorar el presente y asegurar el futuro. No hay nostalgia. Pero seguro que la dura ya veces despiadada historia de la ciudad no ha resultado en resignación. Ciertamente, el entorno económico estadounidense es muy diferente al italiano, es más duro pero mucho más dinámico. Aquí, en cambio, se han mitigado los efectos de la desindustrialización, pero esto no ha evitado que se propague la incertidumbre y el miedo que han llevado a la gente a pedir protección al Estado, a no volver al juego, a replegarse en una resignada pasividad que se alimenta del pesimismo sobre el futuro. En EEUU hay muchas contradicciones. Incluso hay quienes quieren cerrar las fronteras pensando en traer de vuelta los buenos viejos tiempos. Pero hay muchas fuerzas vivas que miran al futuro con optimismo, conscientes de que el futuro debe ganarse al precio de una atención y una actividad incansables.