El domingo por la mañana, una alarma sin precedentes alteró el estado de ánimo de la alta dirección de Foxconn, el gigante taiwanés que ensambla iPhones además de suministrar componentes esenciales de Tesla: en China, donde operan la mayoría de las plantas del grupo, la producción habría estado suspendida unos días, nada menos que una semana. Un gran problema porque, de cara a la Navidad, la empresa tenía planes de producir a pleno rendimiento, sin parar. De ahí la sospecha de sabotaje, al estar vinculado a fricciones políticas en el Mar Amarillo, el más candente de estos tiempos. Nada de esto: la decisión de las autoridades de Kunshan y Suzhou, sedes de algunas de las fábricas afectadas por la medida, estuvo vinculada a la escasez de electricidad, a su vez provocada por los altísimos precios del gas natural y el parón simultáneo de las centrales térmicas de carbón.
Pasemos a otra parte de la economía global. El viernes pasado por primera vez los precios de losaceite de colza han superado la barrera de los 600 euros la tonelada en las tarifas de Euronext. Un nuevo récord absoluto, muy por encima de los 390 euros del verano de 2020. También en este caso el repunte de los precios tiene motivos específicos (la sequía en Canadá, en particular) junto a problemas energéticos: el aumento del aceite de colza y palma los precios van de la mano con el auge del biodiésel, que va en aumento junto con los precios de los combustibles.
La conexión entre los precios de la energía, el gas natural a la cabeza, y la agricultura cada día encuentra conexiones más estrechas: la semana pasada Reino Unido tomó nota del riesgo de impago de las principales fertilizantes, con serios riesgos para el abastecimiento alimentario del país. “Le Monde” da la voz de alarma sobre aves y huevos, pronosticando un otoño cálido hasta para los pollos asados bajo la parrilla inflacionaria. Eso sí, no todo es malo para el mundo agrícola: la sequía en Canadá ha solucionado gran parte de los problemas de sobreproducción de cereales en Norteamérica, con efectos beneficiosos para toda la cadena de la soja y otras producciones del Medio Oeste, el pulmón de tierra americana atravesada por la famosa Ruta 66. “De repente -leemos en el Wall Street Journal- el mercado se ha invertido: tras seis años de escasez los precios han subido a una velocidad vertiginosa, impulsados por las compras chinas y el auge de la demanda de fertilizantes. ¿El resultado? Las empresas lo han aprovechado para renovar su maquinaria, tras años de estancamiento. Pero las compras que dispararon la facturación de John Deere (+27% a mediados de año) prácticamente se han detenido por falta de oferta: la escasez de chips les está jugando una mala pasada a los gigantes de maquinaria agricola. Y volvemos a hablar del fil rouge que vincula el aumento de las materias primas agrícolas con la fuga del cobre o el aluminio. Por no hablar de las consecuencias políticas de la auge del precio del gas natural: no hace falta hacer demasiada conspiración para entender que la política de Gazprom, que honra los contratos a largo plazo pero no vende cantidades al contado, pretende acelerar la apertura del gasoducto Nord Stream, un arma política contra Alemania. Pero es esta mañana amenaza de Perú nacionalizar los campos de Camisea, entre los más importantes de Sudamérica si no se vuelve a discutir la regalía.
En definitiva, la gran noticia es que la recuperación de las economías ya no es cuestión de despertar la demanda, sino de asegurar la oferta, socavado por numerosos cuellos de botella que van desde interminables colas en los puertos chinos hasta escasez de energía o escasez de materias primas. Una nueva realidad que, sumada a la emergencia ambiental, está llamada a cambiar la economía del planeta.