El marco programático trazado por el Gobierno indica no sólo que tendremos que caminar por un camino angosto, sino que vamos por el filo de una navaja. De hecho, si nos fijamos en los dos objetivos principales de nuestra política económica para los próximos tres años, a saber, el empleo vinculado al crecimiento económico y la reducción de la deuda pública, percibimos que ambos objetivos no sólo parecen insatisfactorios, sino que su consecución parece estar expuesto a un alto grado de riesgo.
En realidad, el panorama de partida, es decir, la situación económica que estamos viviendo en 2017, es bastante buena y está mejorando. La recuperación está afectando tanto a la industria como a otros sectores terciarios. Está impulsada no solo por las exportaciones, sino por la demanda interna que, gracias a la progresiva reducción de la carga fiscal de hogares y empresas ya la recuperación del empleo de casi un millón de unidades, ha vuelto a la normalidad.
Y esto hay que recalcarlo para contrarrestar a los "soberanistas" que en cambio se centran en la salida del euro y en la devaluación, es decir, en las exportaciones apretando la demanda interna, demostrando cuán falaz es su receta y cuán acertadas las elecciones de los últimos gobiernos. Los tipos de interés están bajos gracias a la política monetaria acomodaticia del BCE, mientras que las reformas y otras disposiciones de los últimos gobiernos, como por ejemplo la Ley de Empleo y el plan Industria 4.0, han hecho una buena contribución al crecimiento del PIB.
Los indicadores de confianza tanto para las empresas como para los hogares están en sus niveles más altos en una década. La inversión privada está aumentando, mientras que la inversión pública está estancada y podría mostrar una modesta recuperación solo el próximo año. Y aquí sería interesante entender si se trata de falta de recursos económicos o si esto es consecuencia de la engorrosa maquinaria burocrática que de hecho impide el cierre de un contrato.
La deuda pública muestra ya este año un ligero descenso en relación con el PIB que debería ser más visible a partir del próximo año y sobre todo en 2019 y 2020. Pero esto se basa en supuestos de crecimiento bastante sostenido, ciertamente posible, pero superior a
las previstas por los principales observadores internacionales; hipótesis que deberían perseguirse mediante la continuación de una intensa política de reformas encaminadas a apoyar la competitividad y la eficiencia.
La cuestión de la deuda se está volviendo central para consolidar la confianza de los mercados y de Bruselas en nuestro país. Sin demostrar por nuestra parte una voluntad férrea de seguir un camino de reducción creíble, aunque gradual, nuestra economía seguirá estando expuesta a riesgos importantes y pagando una prima por ello a partir de ahora. Desgraciadamente, no parece que el mundo político, con las necesarias salvedades, evalúe con exactitud todas las implicaciones que esto conlleva, y de hecho, muchos, apoyándose en la mejora económica, creen que la crisis ha pasado y que no hacen falta nuevos compromisos. para elevar nuestra competitividad, sino que en cambio ha llegado el momento de ensanchar las camisas de compras.
Incluso la atenuación, prevista en la Def, de la trayectoria de retorno del déficit y del déficit estructural, si en algunos aspectos parece correcta para no frustrar la posibilidad de crecimiento del PIB con un excesivo ajuste fiscal, en otros podría generar dudas sobre nuestra voluntad efectiva de lograr una reducción efectiva de la deuda. Estas opciones de finanzas públicas serían mucho más creíbles si fueran acompañadas de una política decidida de renovación y reformas para aumentar la competitividad. The Def no parece estar haciendo una apuesta lo suficientemente fuerte en este caso.
Seguramente lo que está frenando al gobierno, que incluso en el pasado ha sido capaz de lidiar con temas realmente espinosos, es la situación política interna. La expiración de la legislatura y por tanto el inicio de la campaña electoral están creando un clima de irresponsabilidad generalizada en las fuerzas políticas. Mi amigo el señor Bersani, con quien mantuve un contacto constante durante el segundo gobierno de Prodi, me pareció entonces mucho más sensible a los problemas de productividad empresarial y de competitividad general del país de lo que parece serlo hoy.
En ese momento parecía convencido de que la verdadera sociabilidad residía en la posibilidad de crear buenos empleos y en la reducción de las rentas posicionales que reducen los salarios de los trabajadores. Aún hoy, más allá de las cuestiones políticas más generales, creo que se debe mantener un alto grado de responsabilidad de todas las fuerzas políticas en algunos temas estratégicos para el futuro del país, como la deuda.
Básicamente, la situación política italiana parece haber obligado al Gobierno a adoptar un proyecto programático poco ambicioso. El desempleo también se mantendría muy por encima del 10% el próximo año. La deuda bajaría de forma apenas perceptible y dado que una parte importante de la maniobra, equivalente a 0,35 puntos del PIB, se debe a la lucha contra la evasión fiscal, algunas dudas sobre su efectivo seguimiento son más que legítimas. En este contexto, no hay posibilidad de revisar la reforma de pensiones, ni siquiera para las estimaciones menos favorables sobre la evolución demográfica, mientras que en sanidad se debe buscar margen de maniobra dentro del sistema a través de estrictas medidas de eficiencia.
Por otro lado, el gobierno debería hacer más recortes en el gasto improductivo para concentrar los recursos en algunos elementos que son fundamentales para la competitividad. Menciono dos: el mercado laboral donde es necesario fortalecer el mecanismo de puesta en marcha si existe
cierto, como afirma Sen Ichino, hay alrededor de medio millón de puestos de trabajo que no se cubren por falta de personas con las calificaciones adecuadas. El segundo es precisamente la formación, sujeto a un acuerdo con las Regiones para reformar el sistema actual.
Aprecio el aplomo y la firmeza del Ministro Padoan. Observo que el camino de la reforma está teniendo efectos positivos. Les recuerdo que el tema de la deuda es un freno a nuestro potencial de crecimiento. Espero que no desaprovechemos la oportunidad que nos ha brindado en los últimos meses la favorable coyuntura económica para seguir sentando las bases de un crecimiento estable y fiable, que nos permita centrarnos en metas más ambiciosas tanto de empleo como de control de la deuda.