En Italia nacen cada vez menos niños, cada vez son más las mujeres que no tienen hijos y las que se convierten en madres lo hacen cada vez más tarde. Para contener las consecuencias económicas del descenso de la natalidad hay que aumentar la productividad: se necesitan mayores de 65 años en el trabajo, jóvenes e inmigrantes. Es el cuadro de claroscuro descrito por Banco de Italia e Istat durante la conferencia "La visión a largo plazo: el dividendo demográfico en el análisis de la economía italiana".
La crisis demográfica no es sólo una cuestión de disminución de la población. Se trata, sobre todo, de un problema de desequilibrios entre generaciones, con implicaciones sociales y económicas -de ello depende también la sostenibilidad de la deuda pública-, que exigirá cada vez más la sanidad pública y las pensiones así como la fuerza de apoyo de la población de trabajadores la edad se debilita cada día más (definida convencionalmente por personas de 15 a 64 años). Después de todo, están en juego "sólo" los cimientos de la salud de un país: la capacidad de producir riqueza y la posibilidad de hacer que el bienestar funcione.
El problema -como señalan Bankitalia e Istat- es que Italia tiene una marcada "fragilidad demográfica", acumulada a lo largo de los años. Y por tanto, ¿estamos ante un despoblamiento inexorable de nuestro país, en el que el envejecimiento de la población llevará al ya precario equilibrio social y económico al colapso definitivo? Ciertamente para Italia el desafío es difícil y en los próximos 20-30 años habrá uno de los cambios más repentinos y significativos en su estructura demográfica. Pero aún se puede remediar para revertir las "tendencias amargas". De lo contrario, continuando ignorando el problema, el declive será irreversible y la sostenibilidad social del país será en riesgo.
Disminución demográfica: pero ¿cómo llegamos allí?
La población italiana después de la Segunda Guerra Mundial experimentó cambios importantes. Pero, ¿cómo se produjo este importante descenso demográfico? Esta situación viene provocada por un lado por los nuevos hábitos reproductivos de las mujeres en edad fértil, que se convierten en madres cada vez más tarde (la edad media de las madres con su primer hijo es actualmente de 33,3 años), y por otro por su número, prácticamente reducido a la mitad en comparación con la generada por el período de del baby boom, y definida como baby bust (cuando el número medio de hijos por mujer ha alcanzado el valor mínimo, inferior a 1,2). En la práctica, a partir de mediados de la década de XNUMX comenzó a registrarse una fuerte caída en la tasa de natalidad, lo que también condujo a una disminución simultánea de mujeres en edad fértil en comparación con cincuenta años atrás.
Además, en esos años también se produjo un cambio de tendencia de la flujos migratorios, e Italia de un país de emigración se ha convertido en un país de inmigración. Y eso ha llevado a una población cada vez más envejecida.
No solo eso: estos cambiamenti se injertaron en un país que estaba cambiando desde el punto de vista territorial: nacieron regiones, caracterizadas por características demográficas a menudo muy diferentes (las tendencias demográficas negativas ahora son más pronunciadas en las regiones del sur), con tendencias diversificadas no solo en el comportamiento familiar sino también hacia la salud y los flujos migratorios.
Al mismo tiempo, en comparación con el pasado, en general somos más ricos y vivimos más (también gracias al progreso médico), pero de una manera mucho más gradual y ciertamente no al ritmo del declive demográfico.
La brecha Norte-Sur: el Sur se empobrece
Durante la conferencia, se presentaron varios estudios que reconstruyeron las tendencias de la economía italiana y de las dos macroáreas del país, el Centro-Norte y el Sur, desde la década de XNUMX hasta la actualidad. También se propusieron algunos escenarios de crecimiento sobre la base de las proyecciones demográficas de Istat y diversas hipótesis sobre la evolución futura del mercado laboral y la productividad. El análisis histórico esboza una progresiva ralentización del crecimiento, más marcado en Mediodía, impulsada por la de la productividad total de los factores y, más recientemente, la acumulación de capital y el uso del trabajo. Dado el descenso previsto de la población en edad de trabajar, sin aumentos de la participación en el mercado laboral y de la productividad, se espera que la economía italiana se contraiga a partir de la segunda mitad de la década actual, con mayor intensidad en el Sur e Islas. En cambio, tasas de crecimiento de la productividad similares a las de otros países europeos y un proceso de convergencia entre las dos áreas podrían asegurar tasas de crecimiento sostenido para el país, tanto en el mercado laboral como en la productividad.
Crisis demográfica: las contramedidas
“Para defender el trabajo, hay que crearlo. Si no lo creas, es difícil defenderlo". Con estas palabras interviene el ahora gobernador saliente del Banco de Italia Ignazio Visco durante el taller enfatizando la necesidad de “aumentar la participación de mujeres e joven al mercado de trabajo. Es necesario invertir en capacitación para ampliar las áreas de búsqueda de empleo, y fortalecer la oferta de servicios para la niñez y en general para la familia”. Pero incluso en la hipótesis más optimista de un ascenso progresivo de las tasas de actividad de jóvenes y mujeres hasta los valores medios de la Unión Europea, "demasiado bajas en varios sectores de nuestro territorio y en particular en el Sur", la una economía de crecimiento a largo plazo no podrá contar con un aumento endógeno de la fuerza de trabajo: los efectos de la disminución de la población, especialmente en la Edad Media, pueden ser mitigados a mediano plazo, así como por un alargamiento de la en edad de trabajar –considerando que “uno puede trabajar mucho más allá de los 65 años”– y por una recuperación en la tasa de natalidad (aunque deseable), solo por un aumento en equilibrio migratorio. “Esto se puede hacer impidiendo la salida de nuestros jóvenes por un lado, y fomentando la llegada desde el exterior por otro”, ha subrayado Visco. Pero para gestionar los flujos migratorios se necesitan políticas de formación e integración bien diseñadas, imprescindibles para la integración de los migrantes y sus familias al tejido social y productivo.
Por lo tanto, no es demasiado tarde para implementar iniciativas que vayan en esta dirección, ciertamente el resultado de este partido no es obvio pero la apuesta sigue abierta.