Con Luigi Lucchini va el último de los grandes industriales italianos, aquellos que crecieron en el clima de reconstrucción de la posguerra, hijos de la provincia industriosa, capaces de cambiar las estructuras históricas, económicas y sociales de valles enteros y muchas regiones con sus actividades. del país. Con él termina una era del capitalismo italiano caracterizada por un fuerte arraigo manufacturero y productivo, donde las antiguas familias han sabido convivir, incluso formando alianzas, con nuevos empresarios ricos en facturación, capaces de innovar, abiertos al mercado.
La vida de la empresa, su quehacer diario, la centralidad de la fábrica marcaron toda la vida de Luigi Lucchini y el cursus honorum del Cavaliere del Lavoro, presidente de Confindustria, miembro del comité consultivo de la CEE y protagonista durante más de 30 años de eventos financieros y bancarios en nuestro país. El secreto de sus éxitos y de su longevidad se encuentra en su carácter sencillo y riguroso heredado de una educación familiar "popular" y de los magistrales estudios de su juventud.
El saber rodearse de colaboradores de confianza y con un método de enseñanza basado en la información constante y el ejemplo personal le permitió transitar con éxito las penurias de los años 70. Agnelli y Romiti sentirán la necesidad de escuchar de su voz y de sus experiencias corporativas los modos y tiempos de su oposición a lo que Lucchini juzgó como “bullying contra los valores de la empresa”.
Inmediatamente después se producirá el punto de inflexión de Fiat con la marcha de los 40.000. Con él, la siderurgia privada italiana adquiere un papel decisivo en Europa y en el proceso de privatización de la industria estatal. Como presidente de Confindustria afrontó el referéndum de la escalera mecánica con firmeza sin, sin embargo, romper el diálogo sindical.
Fue su imperio lo que lo llevó a Mediobanca y a Cuccia: primero con el Consorcio y luego a lo largo de los años con roles importantes en las empresas de la Galaxia Milanesa. No siempre con éxito. Pero esto no desmerece el largo viaje recorrido por un pequeño pueblo de los valles de Brescia hasta este último día de un caluroso verano donde las mezquinas incertidumbres y las peligrosas vacilaciones parecen imponerse.