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Cine: La obra maestra de Loach contra la empresa Amazon

El último trabajo del director de 83 años cuenta la historia común de una familia inglesa en tiempos de crisis y gig economy: el protagonista trabaja para una empresa de envío de paquetería a domicilio y su vida da un vuelco – TRAILER.

Cine: La obra maestra de Loach contra la empresa Amazon

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Una historia simple, dramática y universal de una familia en crisis bajo los embates de una nueva economía que a menudo es feroz, cínica y despiadada. Es la historia de un padre, un esposo que para salir adelante y buscar una perspectiva para sus hijos, aceptar un "no trabajo" es decir, sin contrato, sin protección, sin garantías de cualquier tipo donde debería ser "empresario de sí mismo" pero en realidad es un esclavo moderno de un mercado salvaje y no regulado. Esta es la historia de Sorry, We miss You de Ken Loach que, con más de 80 años, todavía es capaz de ofrecer una película capaz de socavar a los bienhechores existenciales, la sacarina caricaturesca, la respetabilidad de lo "políticamente correcto". de tanto cine contemporáneo para volver a traernos con los pies bien puestos en la tierra.

Loach no sólo es capaz de saber utilizar de forma magistral todas las herramientas del cine, desde el guión (escrito por Paul Laverty) hasta los actores pasando por la correcta formalidad de las imágenes, sino que también es capaz de captar la fugaz momento de una humanidad sufriente en todas las dimensiones sociales, geográficas y culturales y saber dirigir bien las responsabilidades. Contar a través de imágenes, la pura esencia del cine, está todo aquí. Como ha escrito un crítico inglés, consiste en saber insertar esos detalles en la historia fílmica... la mano del diablo... de la cotidianidad ordinaria, de la normalidad absoluta, capaz de hacerte sentir plenamente "dentro" de la historia.

En ese momento se desencadena el cortocircuito del cine: la participación emocional, el reconocimiento existencial, la trampa humana. Como cuando, por ejemplo, la protagonista se pone una crema mentolada debajo de las fosas nasales para tolerar mejor los olores nauseabundos a los que la obliga su trabajo. Hablando de protagonistas: el padre y esposo (con nosotros un Kris Hitchen desconocido) es lineal e impecable y nos recuerda una vez más la gran escuela de actuación inglesa; la madre (también la desconocida Debbie Honeywood) no es menos pero con un plus: es simplemente magistral, soberbia, capaz de actuar como pocas, capaz de poner al espectador en dificultades para distinguir la profesión de actriz de la de persona real. .

Su trabajo consiste en cuidar de ancianos y discapacitados a domicilio a destajo: un infierno que tanto nos cuestiona, nuestro presente y nuestro futuro, solos en casa o relegados a un hospicio. Los dos hijos pequeños también merecen atención. Pero el personaje que llama igual la atención, no solo por sus características profesionales, es el despiadado y cobarde Maloni, el patrón, quien, para obtener ganancias, vendería a su padre y a su madre a bajo precio en el mercado de pulgas.

Es la quintaesencia del cinismo social, la representación plástica, icónica, de nuestra era marcada por la "velocidad de entrega" de todo y de inmediato en la puerta de casa, que más da si estás enfermo y si pierdes el maldito aparato escáner también porque te lo han robado y te mereces una multa aunque no tengas la culpa. Y luego, los ancianos, es decir, aquellos en los que todos seremos tarde o temprano, en su gris y total soledad, abandonados a cuidadores más o menos diligentes y concienzudos. Por último, los jóvenes, obligados a cambiar de ciudad a los 15 años porque "allí hay más trabajo" y que guardan "toda su vida en el móvil: imágenes, personas, recuerdos...".

Es una historia que no tiene ni principio ni fin. Termina exactamente donde se abrió, con la débil esperanza de que “podría ser mejor”. No le corresponde al cine, no es trabajo de los directores, resolver los problemas del mundo: ellos sólo pueden echar una mano para reconocerlos, para entenderlos y no es un asunto baladí.

Con esta película, Ken Loach entrega patadas cinematográficas que dejan huella: te puede gustar o no pero no puedes dejar de reconocer que es uno de los pocos directores en Europa que sabe intuir y sintetizar en la gran pantalla lo que de otro modo , para muchos, es difícil de comprender. Es un buen comienzo de año para ir al cine a ver una obra así.

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