Juicio del autor:
La complicada y difícil relación entre información y política, por decirlo suavemente, es el tema de la película de esta semana: El favorito: el vicio del poder, dirigida por Ivan Reitman y Hugh Jackman en el papel principal.
La historia nos retrotrae a la carrera presidencial de Estados Unidos a mediados de la década de 80, con un joven y prometedor senador demócrata de Colorado, Gary Hart, a quien parece que le está yendo muy bien en las encuestas y destinado a ingresar a la Casa Blanca sin obstáculos. Todo transcurre de la mejor manera posible, su competidor republicano no parece tener posibilidades de ganar hasta que el diablo mete su pata envenenada en la campaña electoral y, a partir de ese momento, entra en juego la prensa. Todo comienza con un momento de debilidad "existencial", cuando Hart se toma un descanso con un viaje en barco con uno de sus ricos electores (el nombre del barco es "Mascalzone", ¡todo un programa!) y el crimen ocurre con un joven y chica brillante.
Un periodista, solicitado por una llamada telefónica anónima, se da cuenta y comienza a investigar de una manera no siempre ortodoxa hasta que el escándalo se hace público y el final se vuelve inmediatamente predecible. En muchos aspectos, es un asunto que, sobre todo en Estados Unidos, parece bastante frecuente y se parece mucho a los que han afectado también a presidentes ya en funciones (el más sensacional de Bill Clinton y el escándalo Lewinsky). Así como es fácil recordar que el cine estadounidense ha marcado la pauta al documentar y narrar la a veces perversa trama entre política e información, sobre todo cuando esta última se interesa por los grandes intereses, refiriéndose a propiedades editoriales, grupos de poder, directamente involucrados en concursos electorales, primero económicos y luego políticos.
Un título sobre todo merece no sólo ser mencionado, Cuarto estado di Orson Welles, pero también para volver a proponer su visualización cada vez que se le ocurra reflexionar detenidamente sobre este tema junto con otras obras maestras del género de Todos los hombres del presidente por Alan J. Pakula (1976), luego El mensaje de Steven Spielberg hasta el más reciente Foco de Tom McCarthy (2015) que trata el tema de gran actualidad de la pedofilia en algunas diócesis americanas. Cuando el entrecruzamiento entre los dos mundos se vuelve tan fuerte, tan turbio y perverso, ya nadie parece inocente y también puede suceder que detrás de la sacrosanta y debida libertad de información se esconda algún propósito no tan oculto.
Desde este punto de vista, la película de Reitman no ayuda mucho a entender hacia dónde dirigir el razonamiento: el hombre público, el político, tiene el deber no sólo de ser honesto, fiable, riguroso y moralmente lineal, sino también de ser percibido como tal por su electorado. ¿Hasta qué punto la protección de la privacidad, de la esfera personal, merece atención con respecto al derecho de los votantes a saberlo todo, incluso lo que sucede en su propio dormitorio? El problema no es fácil de resolver, sobre todo cuando se aborda, como suele suceder, más bajo el perfil de los tabloides que bajo la lupa del análisis político. Para el resto, el corredor delantero también parece algo agramatical en el guión y la dirección (la fotografía es desagradable, oscura y con niebla).
Desgraciadamente, el cine italiano no se ha esforzado mucho en este sentido: recordemos Golpea al monstruo en la portada de Marco Bellocchio, una pequeña obra maestra casi olvidada, así como Investigación de un ciudadano por encima de toda sospecha de Elio Petri. En los últimos años, salvo algunas incursiones de Nanni Moretti y Paolo Sorrentino más por el lado de la narrativa política que por el frente de la información, no hemos visto casi nada a pesar de que no han faltado ideas, hechos que habrían atención merecida. El precio de la entrada de esta película es válido únicamente para el tema que trata, solo para recordar a muchos autores de nuestra casa.