Si Estados Unidos llora, el China ciertamente no riendo. No podría haber llegado en un momento más desafortunado. el aniversario de la masacre de la Plaza de Tiananmen en Beijing de la noche entre el 3 y el 4 de junio de 1989. China vuelve a estar bajo fuego más que nunca y, si el trumpismo no estuviera en su peor momento con el asesinato de un afroamericano a manos de la policía en Minneapolis y la amenaza de la Casa Blanca de utilizar la ejército contra las protestas populares, Pekín sería sin duda el acusado número uno del mundo. No sólo porque el recuerdo de la sangre de Tiananmen, donde hace 31 años el régimen mostró su rostro más feroz y masacró con tanques a miles de ciudadanos que protestaban civilmente por la libertad y la democracia, es siempre dramático, sino porque China demuestra que no ha aprendido la lección e incluso en Hong Kong vuelve a mostrar su cara dura frente a la protesta popular. En los últimos días, China ha aprobado la ley que está en el origen de los enfrentamientos en Hong Kong, imponiendo la extradición de ciudadanos de la antigua colonia británica y cancelando efectivamente su autonomía, que siempre se había basado en el principio "Un país, dos sistemas". Pero lo que más llamó la atención es el hecho de que ante la invitación de EE.UU. y Reino Unido a ser cautelosos, China ha respondido secamente invitando a Trump y Johnson a no interferir en lo que se consideran asuntos internos chinos.
Sin embargo, Tiananmen y Hong Kong no son las únicas espinas en el costado de China: un duro golpe a su credibilidad también proviene de los cargos de la Organización de las Naciones Unidas para la Salud (OMS) en Beijing de haber ocultado y retrasado la difusión de datos sobre el Coronavirus desde el primer momento, haciendo que todo el mundo (y sobre todo Italia) pague un precio muy alto en términos de vidas humanas y personas enfermas. Los ejecutivos de la OMS habían estado pidiendo a Beijing información precisa desde los primeros días de enero, pero sobre el Coronavirus, China ha estado en silencio durante mucho tiempo y ha proporcionado datos sobre la epidemia que se había desatado en Wuhan con mucho retraso.
Ahora una investigación de la agencia AP está clavando a Beijing en sus responsabilidades, pero de alguna manera también revela La mala fe de Donald Trump, que se desquitó con la OMS recortándole la financiación, sin entender que en realidad la Organización Mundial de la Salud había intentado por todos los medios arrinconar a Pekín, que en cambio trató de ocultar la verdad hasta el último minuto y que actuó de mala fe. , a pesar de que el virus se venía propagando a gran velocidad desde finales del año pasado.
Ante la violencia y la represión en América y China, quizás hasta nuestros soberanistas nacionales deberían tener el coraje de admitir que Europa es mejor y que, a pesar de todos sus retrasos, el Viejo Continente nos ha garantizado setenta años de paz y tranquilidad que no fueron del todo obvio.