Y llegó el día en que los grillini salvaron los bancos. Después de retractarse de muchas promesas difundidas durante la campaña electoral (Ilva, TAP, Tav, Terzo Valico), Di Maio tuvo que hacer de tripas corazón: poner dinero público para evitar la quiebra de Banca Carige, reconociendo que un banco es de fundamental importancia importancia para los ahorradores y para las empresas locales que, sin ella, correrían el riesgo de tener que cerrar.
Más allá de las polémicas de los partidos de oposición, empezando por PD fuertemente insultado por los grillini por decisiones pasadas de intervenir en el sector bancario, resultan las declaraciones de los exponentes del actual gobierno son pateticas para intentar demostrar que esta vez todo es diferente, que no se salvan banqueros, solo ahorradores y que en cualquier caso no se ha gastado dinero público. La táctica habitual de armar un escándalo para ocultar la verdad.
En realidad, el garantía estatal sobre la emisión de bonos por el banco en crisis ya había sido utilizado para la Bancos venecianos y no había evitado el procedimiento de rescisión posterior. Y en todo caso, las garantías también tendrán que registrarse en los presupuestos del Estado y contribuirán a aumentar la deuda pública. Además, el comunicado de prensa emitido al final del Consejo de Ministros, en el que también se insinuaba la posibilidad de una intervención estatal mismo al suscribir una posible ampliación de capital (recapitalización cautelar) corre el riesgo de crear problemas de credibilidad para el propio banco, alejando a los ahorradores de intervenir tanto mediante la suscripción de bonos como de nuevas acciones.
Los bancos son organizaciones delicadas en las que la credibilidad y la confianza son activos fundamentales. En cambio, el gobierno actual da la impresión de actuar solo en el impulso de la emergencia, dando por sentada una posibilidad, como la recapitalización preventiva, que solo puede ser aprobada por Bruselas bajo condiciones específicas que se evaluarán de vez en cuando.
En el caso de Carige, ¿se ha hecho ya la negociación con las autoridades de la Comisión Europea, o está por empezar, como se desprende de un comunicado de las propias autoridades comunitarias? Los comisarios de Carige, designados por el BCE, afirman que la mejor manera es vender los préstamos morosos restantes todavía en el vientre del banco, detener la sangría de los depósitos y luego encontrar una pareja privada con quien casarse. Pero una vez que se socava la credibilidad del banco, no es un camino fácil. ¿Cuántos ahorradores seguirán manteniendo una cuenta en Carige? ¿Y las autoridades de la UE darán el visto bueno a la recapitalización por parte del Estado italiano o, como ocurrió con los bancos del Véneto, tendrá que quebrar?
En todo caso, contrariamente a lo dicho por Salvini, ¿habrá que indemnizar o no a los pequeños accionistas privados que todavía detentan el 58% del capital del banco y que ya han perdido el 90% de su inversión? Y en este último caso, ¿por qué los accionistas de los bancos del Véneto y de los otros cuatro bancos de la Toscana y de las Marcas podrán acceder al fondo recién creado con la última ley de presupuesto y estos de Génova no? Y entonces, querido Salvini, ¿no son esos mil y medio asignados de dinero público, es decir, de todos los ciudadanos, para beneficiar a quienes compraron acciones en bancos que terminaron mal? ¿Y todos los demás pequeños ahorradores que han comprado acciones bancarias y que ciertamente han sufrido grandes pérdidas en los últimos años porque no son dignos de la protección pública?
Una maraña de asuntos ciertamente difíciles de desenredar. Y todavía no es con este sistema que se puede solucionar el problema la seguridad del sistema bancario que es fundamental no sólo para la tranquilidad de los ahorradores sino también para que la financiación del sistema productivo sea fluida y abundante, especialmente en un sistema como el nuestro basado en pequeñas y medianas empresas muy dependientes de los bancos para sus necesidades financieras.
Como ha ilustrado varias veces el profesor Marcello Messori, se necesitaría competencia y visión de futuro para arreglar este sector crucial de nuestra economía. Es decir, hubiera sido mejor intervenir a tiempo para fomentar la reestructuración y unificación de nuestros bancos para hacerlos más eficientes, más sólidos y más capaces de prestar servicios y financiamiento al sistema productivo. Pero la presión de la oposición populista ha impedido que los gobiernos pasados elaboren reglas de carácter estructural, mientras que el actual gobierno verdeamarillo ni siquiera ve el problema, tanto que su meta es la de un país arcaico y autárquico donde en lugar de mercado financiero y bancos operando en competencia, bastará con tener un solo banco público para dar dinero a quienes son (políticamente) merecedores de crédito. ¡Viva el feliz decrecimiento!