Netflix es a Cannes lo que las primeras máquinas de vapor fueron a carretas tiradas por bueyes. La 8ª edición del Festival Internacional de Cine abrirá sus puertas el próximo 71 de mayo y se vislumbran cambios significativos en un mercado, al menos el italiano, que no parece gozar de buena salud.
Los números hablan por sí solos: en nuestros cines 2017 fue el peor de los últimos cinco años, con una caída del 12,3% en las entradas y del 11,6% en la recaudación, según recogen las encuestas realizadas por laANICA. Una tendencia que, en parte, podría leerse junto con los datos de caída de las ventas de diarios: según elADS, el instituto que certifica la circulación y venta de periódicos impresos en Italia, el número de lectores se ha reducido a más de la mitad en los últimos veinte años, pasando de 72 millones en 1998 a alrededor de 32 en 2016. ¿Qué vincula el mercado del cine con el papel impreso? Muy sencillo: la difusión de la información y el streaming online. Sin duda, en las respectivas crisis intervienen fenómenos complejos y no todos ellos se remontan a las nuevas dimensiones del desarrollo tecnológico. En lo que se refiere a la industria cinematográfica nacional, no son pocos los que identifican una gran responsabilidad en el cortocircuito creativo, en el ya desgastado hilado de hilos y trazos largamente batidos y repetidos. Pocos títulos miran más allá del ombligo: las más de las veces la maltratada “comedia italiana” fue la hoja de parra que encubría una debilidad creativa de considerable calado. Todo gira en torno a las debilidades o virtudes italianas, más o menos exaltadas o burladas. Así como la familia, hermosa o fea, buena o mala, pero siempre el alma sólida, siempre eterna del hogar doméstico. El resto del mundo, al menos en el cine, gira en torno a otros mil aspectos reales o fantásticos, aventureros o dramáticos. Y nos consolamos con el block buster de Checco Zalone.
En Italia Netflix, en poco tiempo, ha conquistado una cuota de mercado muy importante también Amazon galopa con la oferta Prime. En octubre del año pasado se estimaba que había alrededor de 800 usuarios en Italia mientras que, a nivel mundial, superaban los 80 millones. En concreto, según PwC Italia: “La penetración de Netflix en nuestro país ha alcanzado los 300.000 suscriptores, aunque de ellos unos 170.000 son usuarios que aprovechan el periodo de prueba gratuito, frente a un número de espectadores que ven contenidos de televisión de pago a través de la web. alrededor de 700.000". El Video On Demand avanza impetuosamente en todos los ámbitos y el cine es siempre, junto con el deporte -el fútbol en particular-, un contenido Premium de gran atractivo para el público. Para el gigante californiano de video streaming, vale la pena recordar el modelo de negocio que representa el secreto de su éxito: no solo la distribución sino también la producción “modelada” sobre los tipos de consumo expresados por los clientes. A través del uso masivo de algoritmos de análisis de big data, alta calidad de producción y atención obsesiva a la calidad de la experiencia creada por el usuario final, Netflix ahora es capaz de proporcionar un producto cinematográfico de alto nivel... con un pequeño, gran excepción: no hay estreno en cines. En este contexto leemos la nueva política de comunicación que quiere el director del Festival, Thierry Fremaux, que consideró oportuno introducir, a partir de este año, la regla según la cual las películas que compitan por la Palma de Oro deberán distribuirse obligatoriamente en salas. Comienza así el cortocircuito entre la producción cinematográfica destinada al público tradicional y la que ya pertenece al nuevo mundo del streaming. Estos son dos modelos de fruición del gran espectáculo cinematográfico que difícilmente se pueden encontrar. La primera no admite excepciones: la película puede verse en la gran pantalla, quizás en Sensurround, o en las estrechas habitaciones de un ensayo, donde quizás se espera el debate al final. El segundo hace tiempo que comienza a desarrollar una nueva gramática del cine, con producciones seriadas, con guiones cada vez más basados en la actualidad dramatizada, con una técnica de rodaje más televisiva y, finalmente, con métodos de visionado privado, muy modelados con horarios y ritmos propios de vida.
Así que Cannes este año marca el paradigma de un choque que ya lleva tiempo pero que no había tenido antes su punto de inflexión. Esta novedad viene entonces acompañada de otra no menos relevante: no se prevén avances para la prensa. Traducido en pocas palabras: la crítica de las películas en competición sólo puede tener lugar tras la presentación oficial, tras el esperado (y no siempre genuino) guion de aplausos en la sala. El objetivo de la maniobra es la correa a las críticas vía Web capaz de anticipar el juicio para la proyección al público. En muchos países, y Francia parece estar a la cabeza, la crítica de cine en sitios especializados tiene un seguimiento de lectores tan consistente como la prensa escrita no puede certificar y es comprensible que las políticas de marketing de las productoras no estén aún preparadas para dialogar sobre este suelo El presidente de la SNCCI, Franco Montini, junto con sus colegas franceses, observó: "En el actual sistema de información caracterizado por la necesidad de puntualidad y velocidad, esta medida corre el riesgo de penalizar a los críticos de cine, es decir, aquellos que necesitan más que otros reflexionar sobre el objeto de su escritura y profundizar en su punto de vista con consideración y competencia".
En 1896 se mostró en Francia. La llegada de un tren a la estación de La Ciotat, primera obra de los hermanos Luz. Se dice que la audiencia en la sala se apoderó del miedo. Quizás Internet también produce el mismo efecto.
patricio rossano