A la hora de comentar el estado de los servicios bancarios en Italia, siempre es útil mostrar esta cifra que, actualizada con los datos que produce cada año el BCE, muestra el número de transacciones no monetarias per cápita en los principales países de la Unión
De esto se sigue que:
– El atraso de Italia (representado por la curva más baja) no es sólo hacia los tres grandes países europeos, sino también hacia España que, que partió hace 15 años de una posición similar a la nuestra, hace tiempo que nos supera claramente;
– el ligero aumento en el número de transacciones electrónicas en los últimos años nos haría cerrar la brecha con nuestros principales competidores en no menos de 50 años;
– si fuera posible acelerar el realineamiento, la industria nacional de pagos podría contar con alrededor de veinte mil millones más de ingresos anuales, como resultado de aumentos en los ingresos por transacciones electrónicas, netos de los costos de manejo de efectivo. Para dar una idea de la magnitud de esta estimación, los ingresos totales de 2015 del sistema bancario italiano (por intermediación crediticia, financiera y de servicios) ascendieron a aproximadamente 80 mil millones;
– Un fenómeno de esta magnitud solo podría ocurrir a través de un fuerte aumento de la competencia entre intermediarios, en beneficio del consumidor.
Por lo tanto, partiendo de una grave condición de retraso, se podrían generar grandes oportunidades, siempre que se encuentre la clave para iniciar un circuito virtuoso, fomentando las preferencias de los consumidores por un lado, e interviniendo en las políticas de oferta de los intermediarios por otro.
Sin embargo, hasta el momento ni la tecnología ni la oferta de nuevos productos ni las políticas de precios ni las instituciones de pago y dinero electrónico, creadas a raíz de la Primera Directiva Europea de Servicios de Pago (PSD1,2010), y aún poco conocidas por el gran público, fueron capaz de producir la esperada discontinuidad. Sin embargo, no hay que olvidar que el mérito de la PSD1, junto con otras iniciativas normativas, fue dar fundamento jurídico a la SEPA, la zona única de pagos en euros, que estandarizó las operaciones con tarjeta, mediante transferencia bancaria y domiciliación bancaria, obligando a los intermediarios a la mismo trato, incluido el económico, de las transacciones dentro de un país y entre países de la Unión Europea.
Por otra parte, se esperan efectos disruptivos en la industria de pagos bancarios y no bancarios a partir de la entrada en vigor en 2018 de la Segunda Directiva Europea sobre servicios de pago, la denominada PSD2, que invadirá con fuerza el sistema financiero, liderando la camino al modelo de "banco abierto".
De hecho, esta nueva regulación obliga a los bancos a hacer accesibles sus infraestructuras informáticas y archivos, tanto con fines informativos como operativos, a nuevos tipos de operadores, denominados terceros proveedores. La tradicional relación banco/cliente se verá sustancialmente modificada, obligando a los bancos a modificar un modelo de negocio aún hoy enraizado en las redes de sucursales físicas instaladas para proteger el territorio, con el fin de reaccionar a las presiones de la desintermediación.
Es una perspectiva aún poco discutida, pero en la que se enfrentarán viejas y nuevas fuerzas del mercado de servicios bancarios. Ya hay quienes hablan de la "uberización" del banco, refiriéndose al modelo de negocio de los servicios de transporte privado que han entrado en competencia con las empresas de taxis y, más en general, de la banca abierta, es decir, plataformas bancarias abiertas al uso generalizado y nuevo.
Este artículo pone énfasis en la necesidad de exponer al público en general las características operativas de los nuevos jugadores, los avances tecnológicos, las estrategias de reposicionamiento de los bancos y las consecuencias sobre los consumidores finales de servicios bancarios que produce la nueva normativa europea.