Luiz Inacio Lula da Silva termina en el ojo de la tormenta por el escándalo de Petrobras, el gigante petrolero estatal que ha repartido más de 2 millones de dólares en sobornos a políticos del Partido de los Trabajadores. El viernes por la mañana, la policía allanó la casa y la oficina del expresidente brasileño.
Posteriormente Lula -que no está bajo arresto ni detenido, pero está bajo investigación por lavado de dinero, corrupción y sospecha de ocultación de bienes- se negó a ir a declarar, por lo que se ordenó que lo acompañaran a las oficinas de la policía federal en el aeropuerto de Congonhas. Orden de captura, sin embargo, para la mano derecha del expresidente, Paulo Okamoto, actual presidente del Instituto Lula.
"Hay pruebas de que el expresidente Lula recibió dinero del esquema interno de Petrobras", escribieron los investigadores en una nota distribuida a la prensa. Según la policía judicial, se habrían lavado al menos 4,5 millones de reales (alrededor de un millón y 100 euros). Lula supuestamente recibió un rancho y un apartamento frente al mar de algunas empresas.
En general, se realizaron otros diez arrestos y 32 allanamientos en tres estados: Bahía y Río de Janeiro, además del Paulista. Entre los investigados también se encuentran su esposa Marisa Letícia y sus hijos Sandro Luis, Fabio Luis, Marcos Claudio y Luis Claudio, así como otras personas cercanas al Partido de los Trabajadores.
En este punto la investigación también se acerca a la actual presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien fuera presidenta del Consejo de Administración de Petrobras durante los años del escándalo. Había llegado un pedido de juicio político contra Roussef y la posición del actual presidente había sido aclarada por una comisión parlamentaria, que sin embargo estaba compuesta por la mayoría de los miembros de su partido.
