Nuevo endurecimiento anti-Covid para Joe Biden, que tras el periodo negro de la tormentosa retirada de Afganistán, ha decidido tranquilizar a los ciudadanos y sobre todo a los mercados, que de hecho aplauden la decisión del presidente estadounidense de un nuevo plan nacional para reforzar la campaña sobre vacunas, haciéndolas obligatorias para los empleados federales, e incluso para quienes hacen negocios con el gobierno -empleados de empresas que les son subcontratadas- sin la alternativa del tampón nunca más. Biden presentó la noticia en un discurso televisivo de seis puntos. Una elección importante, que sin embargo corre el riesgo de volverse impopular especialmente en los estados del sur, los más reacios a recibir la vacuna, donde, además, los contagios se han disparado.
Superando incluso las cifras de hace un año, cuando aún no había sueros disponibles: +300%, hasta 1,14 millones de nuevos pacientes frente a los 287,235 de 2020. El empleo también se ve afectado, aumentó en agosto sólo 235 unidades frente a las 720 previstas: con la consiguiente caída del consumo. En los estados del sur, solo el 53,3% está completamente vacunado, el 62,7% ha recibido una dosis. Después de la derrota afgana, la simpatía de Biden también se ve afectada por el resurgimiento del virus. Según Gallup, por primera vez, el 42 % de los encuestados considera que sus acciones antivirus son insatisfactorias. Obligándolo efectivamente a tomar medidas nuevas y más valientes, que el inquilino de la Casa Blanca tomó rápidamente. También lanzando un llamamiento a los particulares para que animen u obliguen a los empleados a inmunizarse: “El sector privado tiene un papel en esta batalla. Junto a la escuela”.