126 muertos y 150 heridos en Bagdad, lamentablemente incluso más que la masacre del viernes por la noche en Bangladesh. Dos masacres reivindicadas por ISIS, dos objetivos diferentes: extranjeros en Dhaka, musulmanes (no solo chiítas) en la capital iraquí. La estrategia de tensión y odio sectario aplicada a miles de kilómetros de distancia. Por un lado el nuevo frente del sudeste asiático, por el otro el viejo frente iraquí. Allí un comando de jóvenes asesinos en acción en un restaurante, aquí el antiguo método del camión bomba explotando entre la multitud en la calle.
En Dhaka la pesadilla de un secuestro que duró horas, en Bagdad un estruendo instantáneo que destrozó edificios y segó cientos de vidas frente a un centro comercial, en la peor masacre del último año. Hace una semana, el ejército iraquí expulsó a Isis del bastión de Faluya, a cincuenta kilómetros de la capital. En estas horas el Califato ha presentado el proyecto de ley de esa reconquista al frágil e impopular gobierno iraquí.
