Fortuna de los escritores
Hay escritores que publican decenas de novelas, obtienen una buena acogida por parte de los lectores, algunos portazos por parte de la crítica famosa, al menos el que encuentra el tiempo y la oportunidad de ocuparse de ellos, y luego desaparecen, sin dejar rastro. Y poco a poco nos olvidamos de ellos a lo largo de los años. No aparecen en las historias literarias escolares, a lo sumo unas pocas citas en las universitarias. Se les dedican algunas tesis de grado, algunas conferencias, generalmente más locales que nacionales, alguna denominación de calles, plazas, bibliotecas.
Pero nadie, a menos que sean especialistas, sabe quién fue ese escritor en particular. Y cuando con el tiempo una de sus obras se agota en los catálogos de la editorial ya no se reimprime, a menos que algún editor audaz, asesorado por el experto de turno, no intente una repesca difícil y, económicamente hablando, arriesgada.
Estos escritores no han hecho más que llenar, en su tiempo, los días y la imaginación de los lectores, se hicieron querer, que ciertamente no es poco, es mucho, pero el olvido cae inevitablemente sobre ellos. Un tiempo como hoy.
Pues bien, este fue, entre muchos otros, el destino de Anton Giulio Barrili, un cuentista (y mucho más) de finales del siglo XIX, que mereció un asiento en primera fila en la “literatura de consumo” de su época. Pasó por etapas de popularidad, y luego fue desapareciendo, junto con las generaciones que lo apreciaron y amaron, en esa continua alternancia de escritores y lectores.
La vita
Anton Giulio Barrili nació en Savona en 1836. Completó sus estudios con regularidad y después de licenciarse en letras se dedicó por completo al periodismo. Primero fundó y compuso un semanario, "L'occhioletto" por sí mismo, luego colaboró con otros periódicos genoveses.
A los veinticuatro años se incorporó a un periódico, del que luego se le encomendó la dirección: el "Movimento". En poco tiempo logra convertirla en una de las voces más autorizadas de la península.
En 1874, a la edad de 38 años, fundó y dirigió otro periódico, "Il Caffaro", logrando resultados tan positivos que su actividad no escapó a la atenta mirada del hombre que por un breve pero intenso período se convirtió en el redactor de punta de el país: Angelo Sommaruga.
A principios de los años ochenta del siglo XIX, este joven editor milanés de nacimiento, pero sardo y luego romano de adopción, estaba demostrando ser un verdadero prodigio editorial, y muchos autores célebres, a partir de Carducci y D'Annunzio, se sienten irresistiblemente atraídos lo. En Barrili, la editorial de veinticinco años ofrece la dirección de un semanario, "Domingo Literario", que el nuevo director aborda con gran ilusión. Sin embargo, la experiencia no duró mucho, pues al año siguiente, 1885, el imperio editorial y cultural de Sommaruga se derrumbó de manera sensacional debido a una serie de complejísimos acontecimientos político-judiciales.
El Risorgimento y la lucha política
Barrili luego parte nuevamente para nuevas experiencias. Su pasión por el periodismo siempre se mantiene alta y para defender el honor de los diarios en los que escribe no duda en soportar varios duelos, una veintena, durante los cuales también resulta gravemente herido.
Pero el compromiso con la prensa no lo apartó del ardor "patriótico". En 1859, con apenas veintitrés años, tomó parte en la Segunda Guerra de la Independencia. Más tarde abrazó los ideales de Garibaldi y luchó junto al héroe de dos mundos.
En 1866 fue uno de los treinta y ocho mil voluntarios que siguieron a Garibaldi en la tercera guerra de independencia, y al año siguiente volvió a estar a su lado en la desafortunada empresa de Mentana, donde resultó gravemente herido.
Siempre sigue siendo uno de los partidarios más convencidos del héroe de dos mundos, quizás sea incluso su secretario. Seguramente es él quien redacta algunas de las proclamas del general, gracias a la vena sumamente alegre y desenfadada de la que está dotado, afinada en su dilatado ejercicio del periodismo. Y siempre fue él, en 1882, quien realizó la sentida recreación fúnebre, en Génova y en otros lugares.
En 1895 publicó un libro de memorias, Con Garibaldi a las puertas de Roma, en el que relata con rara modestia los momentos más destacados de su amistad con Garibaldi y los trágicos, aunque gloriosos, acontecimientos en los que había participado junto a él.
El acercamiento a la literatura
Llega a la literatura, se podría decir, por "invitación" o por "desafío". De hecho, se cuenta que una tarde en el teatro unas amables señoras, que ya lo estimaban por su actividad periodística, después de haber leído un cuento compuesto en 1865, el Capitán Dodero, le suplicaron que escribiera una buena novela para el apéndice del periódico. Y como al día siguiente es santa Cecilia, decide complacerlos, nombrando su primera novela con el nombre de la santa.
Le siguieron muchos otros, unos sesenta, casi todos destinados inicialmente al apéndice de un periódico, que luego, dada la excelente acogida que tienen por parte del público, especialmente femenino, pasan a publicarse en volumen.
Una escritura graciosa y amena.
La escritura le es agradable, y la cantidad de sus obras lo atestigua abundantemente. Para él las historias aparecen en su mente ya definidas, sólo necesita plasmarlas en un papel, casi como si estuviera escribiendo al dictado. Todas las mañanas, dicen, antes de salir de casa, anota diez, veinte páginas. Y esa le parece la mejor forma de empezar el día.
Una tarde, Protonotari, director de la “Nuova Antologia”, la revista fundada por Gian Pietro Vieusseux, se volvió hacia él sin aliento, porque no tenía ninguna novela para imprimir al día siguiente en el apéndice de su revista. Barrili responde con pesar que no tiene ninguna novela en su cajón, y ciertamente no es capaz de preparar para la mañana siguiente las veinte carpetas que Protonotari le pide desesperadamente. Y por eso lo descarga con dolor, pero incapaz de satisfacerlo. A la mañana siguiente, sin embargo, el protonotario encontró en su escritorio las veinte carpetas con las que habría comenzado la novela Arrigo il Savio, de la que el autor sacaría más tarde también una comedia, Zio Cesare.
Su escritura, elegante, amena, cautivadora, propia de la buena prosa decimonónica, se adapta a la perfección a los gustos de un público que él, como periodista y director de diarios, conoce a fondo y sabe mimar y halagar. Así nacen infinidad de historias, la mayoría de amor, pero también de aventuras o memorias, todas ellas recompensadas con el favor del público, que le reportan, como el propio autor le confiesa a un amigo, “muchos miles de billetes cada año”. Y, para que os hagáis una idea, mil liras corresponden más o menos al salario anual de un funcionario. Entre las obras de mayor éxito recordamos El olmo y la hiedra y Como un sueño.
Una versatilidad extraordinaria
Sabe pasar de la novela de aventuras a la fantástica, de la realista a la de memorias, pero las historias de amor son las que más seguidores le ganan entre los lectores y especialmente entre las lectoras. Sus historias románticas siempre terminan felizmente, no tienen desenlaces dramáticos, no describen sucesos turbios ni amores pecaminosos, no hay protagonistas perversos, sino siempre personajes justos y buenos.
Esto le permite labrarse un lugar destacado en la simpatía de los lectores, bien documentado por las circulaciones que alcanza. Publicadas a finales del siglo XIX, sus novelas más exitosas alcanzaron los 70-80.000 ejemplares en 1940. No son los mayores éxitos de la época, que cuentan con mucha más circulación, pero aún denotan una presencia continua y constante de Barrili en el panorama editorial del país.
Una presencia destacada también en la docencia
Barrili también se dedica a la docencia. Primero como profesor de secundaria, luego como profesor de literatura italiana en la universidad. Gran conocedor de Dante, obtuvo la docencia por el interés directo de Carducci, por entonces una figura muy influyente en la asignación de cátedras universitarias.
En 1903 también se convirtió en rector de la Universidad de Génova. Goza de la reputación de ser muy querido por los alumnos, tanto que en las raras ocasiones en que se ausenta y no puede dar clases, hay caras largas y sinceras decepciones entre sus alumnos.
actividad política
Una personalidad polifacética, con mil intereses y otras tantas pasiones, capaz de ritmos de trabajo absolutamente prohibitivos, no puede faltar, ni siquiera una carrera política. Esto lo prepara de alguna manera la actividad periodística y el intenso ardor patriótico del que ha dado muestras en repetidas ocasiones.
En 1876, exactamente a los cuarenta años, participó en las decisivas elecciones políticas, las que llevarían al triunfo de la alineación de izquierda de Depretis, en cuyas listas se presenta. Superó al candidato contrario y obtuvo el escaño en el distrito electoral de Albenga, y durante tres años, hasta 1879, ocupó los escaños del parlamento. Luego, disgustado por el corrupto clima político nacional, renunció, lo que sin embargo fue rechazado por unanimidad. Reenviados, el 14 de diciembre de 1879 fueron finalmente aceptados. Y empieza a ser profesor de secundaria. ¡Es realmente divertido pensar en los tiempos de hoy!
Murió en su residencia de verano de Carcare, en la provincia de Savona, en 1908, a la edad de setenta y dos años. El pueblo nombró a la biblioteca municipal en su honor y todavía honra su memoria con exposiciones y debates.