“Chip, Chip ¡Hurra!”. Así abría anteayer la portada del Bild Zeitung. Una elección insólita para el gigante de la prensa popular europea que, por lo general, se ocupa de la economía para desquitarse con las "cigarras" mediterráneas que conspiran contra el ahorro del austero norte. Pero esta vez la noticia merecía una excepción: el coloso de Taiwán Tsmc, el gigante de los semiconductores creado por Morris Chang, ha elegido la Alemania que asiento suyo primero planta europea: 10 mil millones de euros para el 70% de una empresa conjunta junto con Bosch, Infineon y todoNXP holandés. Pero para poner la mayor parte del capital, el 50%, el Estado se empeñará en crear las condiciones para el desarrollo del coche eléctrico, primer cliente de la megaplanta que a partir de 2027 estará produciendo 40000 obleas al mes, es decir, tortas hechas de finísimas tiras de silicio de 300 milímetros de diámetro que a su vez portarán pulgas invisibles de 12 a 28 nanómetros, el alimento básico de los coches made in Germany que han pagado muy caro falta de patatas fritas en los últimos dos años.
Dresde, el Silicon Valley europeo
Es casi una novedad para Alemania el advenimiento de estado emprendedor. Pero, incluso antes de recibir la autorización de la UE, Berlín, fortalecida por un presupuesto que goza de calificación triple A (ahora única tras el descenso del bono estadounidense) ya ha limado cualquier vacilación sobre las ayudas estatales. La planta de Tsmc se construirá en Dresde, en el corazón de una región deprimida del Este, destinada a convertirse en el nuevo motor de renacimiento alemán. En apoyo de esta ambición, destaca otra inversión aún más importante: los 10 millones garantizados a Intel para el nuevo inmenso Magdeburgo (30 millones de euros de coste total) que liderará los compromisos del grupo americano en Europa, incluida Italia (pero el proyecto aún está en estado embrionario). Finalmente, al menos hasta ahora, también están los mil millones para una nueva planta de Infineon, también en Dresden: una fábrica inteligente inaugurado por el canciller Olaf Scholz en persona. “Estamos creando – dijo en la ocasión – el mayor centro de producción europeo en el campo de los semiconductores”.
En total, hasta el momento, el Estado central y los Lander han invertido al menos 20 millones para financiar el despegue de un distrito que ya hoy emplea a 70 trabajadores destinados a seguir creciendo. Más o menos lo que le falta al gobierno italiano para llegar a fin de mes, financiar el aterrizaje en la red TLC y aportar quién sabe a la gigafábrica Stellaris. El centro alemán, en gran parte subsidiado, amenaza con ampliar la brecha con la industria del sur de Europa. El mapa de alianzas industriales confirma que Berlín mira a Asia como a Estados pero se resiste a posibles inversiones conjuntas con sus primos europeos.
El primer peligro para la economía alemana: el racismo
“La nuestra ciertamente no es una opción para ahorrar dinero – defiende el ministro verde Roberto Habeck – pero es un movimiento forzado, decisivo para nuestro futuro europeo”. El verdadero obstáculo en este punto no son las objeciones dentro de la UE sino la falta de personal. Sólo la fábrica de Tsmc necesita 2 técnicos especializados, un material humano que florece en Taiwán pero que falta tanto en Estados Unidos, donde las fábricas rinden mucho menos que en la isla, como en Alemania. Con una circunstancia agravante: Sajonia tiene un triste historial de xenofobia alimentado por la propaganda deestrema destra de la creciente Afd en el ex Alemania del Este (hasta un 32% en encuestas). En estas condiciones, es difícil atraer personal capaz de operar las plantas. “El racismo de la AfD – dijo el liberal christian Lindner – es el primer peligro para la economía alemana”.