Desde hace unos días, aparecen en la prensa nacional las declaraciones del presidente de Federacciai y director general de Duferco, el grupo siderúrgico que opera en Italia con plantas en Brescia, Pallanzeno y Milazzo.
Duferco está controlada por el comerciante de acero europeo más importante, Bruno Bolfo, con sede en Lugano e industrias repartidas por Bélgica y por toda Europa del Este. Antonio Gozzi es, de hecho, no solo un protagonista autorizado del acero italiano, sino un industrial que mira el sector con ojo profesional, con conocimiento de causa y con una experiencia indiscutible. Gozzi se queja de haber tenido que retirar su oferta (avanzada al igual que otros importantes empresarios siderúrgicos) relativa al posible rescate de Lucchini de Piombino tras constatar sólo cierta hostilidad por parte de un sindicato local todo encaminado a salvaguardar un alto horno obsoleto y ahora en el fin de su vida productiva y de las instituciones toscanas sino también por una especie de fin de no recepción por el comisario de gobierno.
Hoy que se cierra la planta con los trabajadores destinados a ser incluidos en las listas de despidos y las medidas de apoyo previstas para situaciones similares, es justo exigir una respuesta clara sobre el rechazo a la oferta bresciana por parte de quienes prefirieron perseguir “the butterflys sotto l'arco di Tito” de propuestas inexistentes o incluso provocadoras como las de un empresario jordano fantasma.
¿Qué quería el industrial de Brescia? En primer lugar salvaguardar la continuidad de la producción de raíles (siendo la austriaca Voest Alpine los únicos productores en Europa) y del alambrón de los trenes de laminación de Piombino y Caleotto de Lecco. Básicamente 800 empleados directos y un buen trabajo para industrias relacionadas.
Según Gozzi, la expectativa de mantener encendido el alto horno no sólo era una utopía sino una fuente de mayor daño económico y quizás también el pretexto para poder acceder a eventuales inversiones públicas. Según el industrial bresciano, había que barajar la perspectiva de dotar a la empresa de un horno eléctrico menos invasivo y menos contaminante que el moribundo Afo.
También es lógico pensar que en el proyecto de Gozzi se esperaban las consecuentes e inevitables sinergias con toda la siderurgia bresciana y su anhelada reorganización empresarial así como el horizonte que se podía abrir en la nacional tras la ansiada producción y medio ambiente de Taranto.
La declaración del Gobierno y la Región de Toscana sobre los recursos sustanciales disponibles para la remediación ambiental de Piombino (la única razón admitida por Europa para una intervención pública) con el agregado del llamado del Papa Francisco hasta ahora han calmado los ánimos de la gente. que vivieron y crecieron alrededor del acero durante más de un siglo pero que ciertamente no se han acercado a un objetivo realista y posible de una intervención industrial en el Val di Cornia.
El Comisionado que reporta directamente al Gobierno debe acelerar la recuperación del proyecto Gozzi para darle la factibilidad de permitir el mayor apoyo posible.