A cinco años de la quiebra de Lehman Brothers, la chispa en el origen del devastador incendio financiero que redujo a cenizas la economía real de medio mundo y cuyos últimos estallidos (ojalá) aún no se hayan extinguido del todo, los políticos y economistas siguen cuestionándose los remedios Y, ante, por ejemplo, la imparable subida del paro, no son pocos los que se preguntan si las medidas adoptadas han contribuido a retrasar en el tiempo la recuperación del crecimiento económico.
En este sentido, se recordará la cándida admisión del Fondo Monetario Internacional, el organismo (del que son miembros 188 estados soberanos) que tiene la tarea extremadamente delicada de acudir al rescate de los países golpeados por graves crisis financieras. Que hace solo unos meses reconoció públicamente, por boca de dos de sus máximos ejecutivos, que tuvo una "terapia equivocada" en un intento de tratar a algunos países enfermos (incluidos Grecia, Portugal, Irlanda) con dosis masivas de austeridades vinculadas a la concesión de grandes préstamos.
Sin querer entrar en el fondo de la "querella" entre los partidarios del rigor financiero, que en Europa se asientan sobre todo en el Norte, y los "fans" de la flexibilización presupuestaria, más numerosos en los países del Sur , no se puede dejar de señalar que el debate es antiguo. Pero desde hace cinco años se ha nutrido y se ha nutrido de las estadísticas que registran cada vez más signos de ralentización del crecimiento económico y, por otro lado pero a un ritmo más contenido, de consolidación de las finanzas públicas.
Así, el debate continúa dividiendo a los economistas y desgarrando a los partidos. Debilitados, estos últimos, por la pérdida cada vez más acentuada de consensos electorales que en cambio se orientan hacia movimientos que hacen política “rechazando la política”. Movimientos que crecen en muchos países europeos (Grillo no inventó nada...) por el empuje del descontento: subida de impuestos, despidos cada vez más frecuentes, trabajos que no se encuentran, dinero que no alcanza para llegar a fin de mes . Es decir, las consecuencias de la crisis, pero también las medidas de austeridad adoptadas para hacerle frente.
Un debate que el año pasado supuso el regreso al escenario europeo de tres Grandes Viejos, que protagonizaron la escena política europea en la segunda mitad del siglo pasado: Mario Soares, Jacque Delors y Valery Giscard d'Estaing. Los tres, aunque pertenecen a diferentes familias políticas (los dos primeros son socialistas, el tercero es liberal) no han escatimado críticas a las políticas rigurosas.
"La austeridad por sí sola no es suficiente, ya que produce más desempleo y más crisis económica", dijo Soares, nacido en 1924, dos veces primer ministro de Portugal, jefe de Estado durante diez años seguidos y finalmente eurodiputado. “Europa no se puede gobernar solo con reglas, si no hay política”, sentenció Delors, nacido en 1925, exministro francés y luego presidente de la Comisión Europea durante una década. Mientras que Giscard d'Estaing, desde 1926, presidente de la República en Francia y luego en Bruselas presidente de la Convención Europea (la asamblea que debía redactar la Constitución de la UE), proponía una especie de directorio integrado por países de la eurozona, con competencias de "gobernanza" económica tomada del modelo federal.
En nuestra casa, el mayor partidario de las políticas de rigor financiero es sin duda Mario Monti, un economista "prestado" a la política, que las implementó con tesón como presidente del Gobierno. Políticas que han permitido que el déficit caiga por debajo del umbral del 3 % y que, por tanto, han sido decisivas para la salida de Italia del procedimiento de infracción europeo. Pero que no han conseguido frenar el crecimiento del paro, ni la crisis productiva ni el descenso del consumo de los hogares.
Fenómenos, éstos, que también se han manifestado en otros países de la UE y que están poniendo a prueba a la mayoría de los gobiernos nacionales y también a los líderes de las instituciones europeas, que se comprometen cada día más en un intento de instar a los Estados miembros a ejercer rigor financiero y al mismo tiempo apostar por el crecimiento económico (pero los saldos presupuestarios de 2014 serán inferiores a los de este año... Una especie de cuadratura del círculo, un "no sólo, sino también" que al final de la carrera arriesga para disgustar a todos, un intento en el que muchos han intentado en los últimos meses: en Bruselas como en París, en Londres como en Estrasburgo, en Madrid como en Roma.
Un intento en el que Martin Schulz, el presidente del Parlamento Europeo, ha decidido no participar. Que hoy, 4 de noviembre de 2013, voló a Atenas para enviar un mensaje de cambio que abraza la posición (la segunda) del Fondo Monetario. “El impacto de la austeridad en la economía ha sido evaluado erróneamente”, se lee en un artículo publicado en “Repubblica” el XNUMX de noviembre. “Los recortes de gastos han reducido el crecimiento de forma inesperada”.
“Desempleo (particularmente desempleo juvenil), contracción del PIB con repercusiones directas en el gasto público, impuestos más altos, más difícil acceso al crédito para las empresas, inestabilidad política: ¡el mejor cóctel para la desesperación!”, escribe el presidente del Parlamento Europeo. “Demasiadas promesas, pocos resultados. A partir de ahora no lanzaremos consignas, pero mediremos el peso de nuestras peticiones con acciones concretas que se puedan implementar. Solo así revertiremos la tendencia de la confianza y sentaremos las bases para un reinicio desde el sur de Europa”, concluye Martin Schulz. Que, por si alguien no lo sabe, es alemán. Y luego los italianos podríamos responder en su idioma con un sincero "¡Vielen Dank, Herr Praesident!" (“Muchas gracias, presidente”).