Ni siquiera el asesinato del valiente disidente ruso Aleksey Navalny, a quien el mundo entero considera un héroe de la lucha por la libertad y la democracia, fue suficiente para hacer perder la costumbre al líder de la Liga y viceprimer ministro. Matteo Salvini guiñar un ojo a Putin. El mundo entero acogió con horror las revelaciones de la esposa de Navalny de que su marido fue envenenado por los asesinos de Putin, pero Salvini se hace pasar por Poncio Pilato y un garante unilateral. “Necesitamos aclarar la muerte de Navalny – subraya Salvini con increíble indiferencia – pero los médicos y los jueces aportan la claridad y nosotros no lo hacemos”. Palabras que tendrían sentido en un Estado libre y democrático pero no en una dictadura como la rusa. Y, de hecho, sus palabras son música para los oídos del zar que, como era de esperar, ayer tuvo la desvergüenza de decir: "L'Italia Ella siempre ha estado cerca de mí." Después de todo, recuerden cuando en 2014, en Plaza Roja en Moscú, Salvini se regodeaba con una sudadera con el retrato de Putin y decía: "Me siento mejor aquí que en Italia".
La historia de las relaciones entre la Liga, Salvini y Putin está hecha de ambigüedad y opacidad insostenibles y pensar que un país europeo y atlantista como Italia pueda permitirse un viceprimer ministro prorruso como Salvini es chocante. ¿Puede una persona así seguir en el Gobierno? Es hora del primer ministro. Giorgia Meloni, quién lo encontrará hoy a su lado en el escenario del mitin electoral de Cagliari, pregúntese.