comparte

Salarios: Renta de Ciudadanía y Cuota 100 no solucionan la emergencia

En su libro "A qué precio", el abogado laboralista Martone plantea el problema de la insostenibilidad de los salarios italianos cada vez más bajos y argumenta que solo con un nuevo equilibrio entre la reforma de la negociación, la mejora de los salarios de segundo nivel y el salario mínimo legal podemos tratar de salir de la emergencia salarial

Salarios: Renta de Ciudadanía y Cuota 100 no solucionan la emergencia

Ya no es posible prescindir de una delimitación de las áreas de eficacia contractual dentro de las cuales medir la capacidad representativa de los agentes negociadores.

Esta es, en pocas palabras, la conclusión de la trabajo de investigación realizado por Michel Martone, quien fuera viceministro de Trabajo en el Gobierno Monti, sobre la emergencia salarial en nuestro país y quien recientemente ha publicado el libro “A qué precio” sobre el tema, editado por Luiss University Press.

Muchas preguntas en espera de respuesta, muchas reflexiones del autor que, al final del texto, también hace sugerencias para poder finalmente avanzar y desatascar esta disputa entre la reforma de la negociación colectiva y el salario mínimo legal que se viene arrastrando. desde hace décadas.

Martone se pregunta cómo es posible que, en la Italia del tercer milenio:

• Para mantenerse en la Universidad, un joven estudiante reparte pizzas a domicilio, quizás en bicicleta y bajo la lluvia, por una tarifa que apenas roza los 3.5 euros por entrega.

• Aunque un trabajador trabaje a tiempo completo, ya no es capaz de apartar lo necesario para comprar una casa en toda su vida.

• Los empleados públicos han tenido que sufrir un congelamiento de la negociación colectiva, y por ende de los salarios, que duró más de siete años.

• Un inmigrante recogiendo tomates gana poco más de 2 euros la hora.

• Una pareja en la treintena no puede permitirse, sumando sus salarios, mantener a más de un hijo.

• En los últimos 10 años, más de 244 jóvenes, de los cuales el 64 por ciento con nivel educativo medio-alto, han salido del país y no se le da la debida importancia a este fenómeno migratorio.

La liberalización del comercio internacional, la adopción del euro, la creación del mercado único han puesto fin a las políticas económicas proteccionistas, basadas en devaluaciones competitivas, aranceles aduaneros y deuda pública, que durante décadas han preservado el sistema productivo nacional de la consecuencias más duras que la competencia internacional.

Y así hoy en el mercado global, para satisfacer a un consumidor cada vez más exigente, terminamos "sacrificando los salarios de los trabajadores en un círculo vicioso que se hace aún más difícil por la autoridad que imponen los mercados financieros y por las políticas sin escrúpulos de esas multinacionales que compran empresas sanas". con problemas financieros para cerrarlos y reabrirlos en países vecinos".

Para Martone esto representa la preocupante consecuencia de una política liberal en el terreno económico pero soberana y cerrada en materia de derechos sociales.

Baste considerar, recuerda el autor al lector, que mientras en los últimos 30 años los tratados internacionales lograron unificar los mercados y las monedas para afirmar la nueva Lex mercatoria, aún hoy faltan normas vinculantes de derecho supranacional capaces de influir en la determinación de los salarios y que el último convenio petrolero sobre salarios data de 1970.

El mismo error también se cometió a nivel europeo. Una vez que se unificaron el mercado y la moneda, también hubo que aproximar los niveles salariales para evitar la competencia a la baja entre trabajadores de diferentes países europeos.

Reconociendo esta clara dirección de la política económica, "los países más fuertes, avanzados y con visión de futuro" han comenzado a reducir los salarios para impulsar las inversiones en innovación tecnológica y aumentar la productividad empresarial, como sucedió "con la economía alemana ahora cerca del pleno empleo". Por su parte, sin embargo, los países económicamente más atrasados

continuaron practicando políticas de salarios bajos para atraer inversiones. Los países mediterráneos, entre ellos Italia, con sus deudas públicas insostenibles, "se vieron obligados a adoptar políticas salariales muy restrictivas con medidas aún más drásticas que las practicadas por los países que se habían movido en el tiempo y solo después de haber perdido cuotas significativas de los mercados de destino".

En la Unión Europea, el salario mínimo legal pasa de más de 10 euros en Luxemburgo a los escasos 2 euros que se practican en Lituania, Rumanía o Eslovenia.

Una situación evidentemente insostenible, denunciada también por la nueva Comisión Europea presidida por Ursula Von der Lyen.

En el texto, Michel Martone subraya cómo el actual sistema italiano, a pesar del elevado número de contratos, ya no es capaz de representar a millones de outsiders. Un mismo sistema en el que la definición de los niveles salariales de los insiders es el resultado de un proceso de negociación continua a diferentes niveles y entre múltiples actores que deben, “en el ejercicio de su autonomía, acordar las políticas económicas a implementar y sobre las características del sistema contractual necesario para lograrlos”.

Desde el comienzo de la Gran Crisis, los salarios de los trabajadores italianos, que ya eran significativamente más bajos que los de muchos de sus colegas extranjeros, se han visto abrumados por una verdadera ola de empobrecimiento que ha aumentado aún más las desigualdades entre los pocos que se benefician de la globalización de los mercados. y la financiarización de la economía y todas las demás. Y esto para el autor también ha tenido consecuencias negativas en términos de crecimiento económico, en virtud de que, en tiempos de austeridad, la mejor manera de incentivar la recuperación es la reducción de las desigualdades, y no al revés, permitir una incrementar la propensión a consumir de un mayor número de personas, como también lo demuestra el comportamiento de la curva de Philips.

Esta resistente crisis económica, por otro lado, corre el riesgo de tragarse a toda la clase media, en particular a aquellos profesionales de clase media realizados en gran parte por treintañeros cuyos salarios se han visto más afectados por los efectos de la crisis. Baste recordar el número cada vez mayor de los llamados trabajadores pobres, es decir, aquellos que, a pesar de trabajar, no pueden llegar a fin de mes. Martone afirma que es consciente de que se trata de una verdad incómoda y difícil de afrontar, que requiere compromiso y soluciones complejas, pero que no significa que deba seguirse postergando, ignorando, menospreciando. Para el autor, de hecho, la mayoría de los partidos políticos simplemente han tratado de eliminarlo, descargando la culpa de la creciente incertidumbre que ahora se está extendiendo entre los trabajadores italianos sobre los inmigrantes, los mercados financieros o Europa. Peor aún, Martone cree que las intervenciones se han puesto en marcha con la intención declarada de mejorar la situación pero que, en su opinión, sólo restarán más recursos económicos a la emergencia salarial. En particular, se refiere a la cuota 100 y la renta básica.

portada del libro Martone
LUIS

A pesar de los esfuerzos realizados durante los últimos veinticinco años, “nuestro sistema económico está perdiendo el reto de la productividad laboral”. De hecho, al asumir el coste de la mano de obra por unidad de producto como parámetro para medir la competitividad del sistema productivo, Martone invita a reflexionar sobre el hecho de que, desde el nacimiento del mercado único, Italia ha perdido casi 30 puntos porcentuales en comparación con Alemania y casi en comparación con la media de la zona del euro. Naturalmente, esto dependió de múltiples factores (inversiones en innovación de productos y procesos, cuña fiscal, inversión pública en infraestructura, energía...), pero es igualmente cierto que los gobiernos y los interlocutores sociales "no han logrado reestructurar rápidamente el sistema contractual para promover el trabajo". productividad a través de la descentralización contractual”.

Si, de hecho, el ordenamiento jurídico intersindical continúa considerando la negociación colectiva de segundo nivel como un complemento casi exclusivamente paliativo del proceso más amplio de negociación salarial que tiene lugar a nivel nacional, el ordenamiento jurídico estatal, con el decidido aval de la jurisprudencia, parece querer asignarle, por la "proximidad", un papel autónomo e

igualitaria en la regulación del salario y flexibilidad de gestión, también en derogación de la ley y del convenio colectivo nacional, a fin de permitirle promover un costo laboral por unidad de producto más competitivo.

Una diferencia que Martone subraya no es de poca importancia. Sobre todo de una matriz cultural, destinada a dividir las organizaciones sindicales ya pesar especialmente si no se produce el anhelado relevo generacional de cuadros sindicales.

Una nueva cultura que debe tomar nota de las especificidades funcionales de la negociación colectiva de segundo nivel, para potenciar su potencial, “en lugar de castrar su desarrollo”.

Porque si la negociación de empresa representa el ámbito electivo para regular la productividad y las recompensas asociadas, la negociación territorial se presta a cumplir efectivamente funciones similares a la negociación nacional y podría resultar una herramienta útil para tratar de ajustar los salarios en relación con el costo de vida de una población. área específica con alto desempleo para atraer inversiones productivas e incluso para contrarrestar el dumping salarial practicado entre realidades geográficamente vecinas.

Para el autor es inútil ocultarlo: el tema salarial es eminentemente económico, pues se trata principalmente de la cantidad de recursos que los gobiernos son capaces de destinar a la reducción de la carga fiscal y previsional sobre los salarios.

Con la llegada de la recesión económica y el aumento de los diferenciales, "el juego de la redistribución se convierte en suma negativa" que, debido a los intereses de la deuda, reduce los recursos económicos públicos hasta el punto de que, si se quiere apoyar las pensiones o la vida del ciudadano ingresos, "es necesario aumentar la tributación, directa o indirecta, ya sea sobre el consumo, los ingresos, las ganancias o los activos".

En este contexto, habiendo tomado nota de la creciente dificultad de encontrar recursos públicos para reducir estructuralmente el alto nivel de impuestos y contribuciones a la seguridad social, se multiplican las propuestas a favor del establecimiento de un salario mínimo legal que, en sustitución del contractual, " pondría a la crisis productiva la responsabilidad de proteger los salarios de los trabajadores". También por eso, según Martone, crece al mismo tiempo la conciencia, entre los trabajadores y dentro de las empresas, de que si queremos evitar una ley sobre el salario mínimo legal, al menos es necesario hacer una reconstrucción efectiva de el sistema contractual, también a través de la promulgación de una ley para apoyar una negociación colectiva más representativa.

La experiencia posconstitucional a la que se refiere el autor habría enseñado que, especialmente en tiempos de emergencia económica, la estrategia que se ha mostrado más eficaz es la del apoyo legislativo al sindicato más representativo, "que por lo general es también el más responsable, como el amplio debate doctrinario ahora a favor de una ley sindical”.

No existen obstáculos constitucionales a una intervención legislativa para reformar el sistema de pago. Sin embargo, es fácil prever que cualquier intervención legislativa en la materia, si no estuviera respaldada por una concertación social efectiva, correría el riesgo de traer más problemas que soluciones al sistema. También por ello, señala el autor, parecen reunir mayor consenso los proyectos de reforma del sistema retributivo, que en cambio proponen asumir como parámetro válido a los efectos del art. 36 de la Constitución, los salarios mínimos señalados por los convenios colectivos nacionales más representativos.

Como, por ejemplo, propone el proyecto de ley 658/2018 primero firmado por Catalfo que establece, entre otras cosas, que:

• La retribución, proporcionada y suficiente a la cantidad y calidad del trabajo realizado, no puede ser inferior al tratamiento económico total identificado por los convenios colectivos suscritos por las asociaciones de empleadores y trabajadores más representativas.

con el propósito de designar representantes al Cnel.

• El tratamiento económico global previsto por los contratos así identificados no podrá ser inferior a nueve euros la hora incluidas las cotizaciones a la Seguridad Social.

Sin embargo, según Martone, ni siquiera estas propuestas son capaces de dar solución "al atávico problema de la delimitación del ámbito en el que medir la representatividad de sindicatos, trabajadores y empresarios", y por tanto seleccionar el convenio colectivo a lo cual acuerda "la responsabilidad, o el privilegio, de identificar el parámetro de remuneración válido erga omnes".

El análisis realizado llevó al autor a concluir en el sentido de que ya no es posible prescindir de una delimitación de las áreas de eficacia contractual dentro de las cuales medir la capacidad representativa de los agentes negociadores, y representó una oportunidad para registrar algunas convergencias significativas que podría situarse en la base de una posible reforma del sistema retributivo que:

• Asumir el tratamiento económico mínimo previsto por el convenio colectivo más representativo como parámetro de retribución justa para todo el sector, según el modelo ya considerado constitucionalmente legítimo para el de las cooperativas.

• Trasponer por la vía legislativa el sistema previsto en la Ley Refundida de Representación de 2014, para medir dentro de los perímetros de eficacia de la negociación colectiva la capacidad representativa de los distintos sindicatos, empresas y trabajadores, según el esquema propuesto recientemente por el proyecto de ley 788/ 2018.

• Delimitar los sectores de efectividad de la negociación colectiva nacional, al menos en términos salariales.

• Recuperar, aunque con todas las adaptaciones necesarias, el modelo regido por el art. 2070 del código civil, a fin de permitir a la jurisprudencia vigilar esos perímetros evitando la competencia entre empresas en costos laborales.

• Estructurar la negociación colectiva, reforzando la negociación de segundo nivel sobre la base del modelo de descentralización organizada, también en derogación de la ley, a fin de evitar que las tensiones a la baja sobre los costes laborales, por ejemplo provocadas por la explosión de crisis empresariales, fluyan de nuevo a el nacional.

• Introducir un salario mínimo por hora, en torno a los nueve euros, que funcione tanto como suelo de la negociación colectiva como parámetro aplicable en sectores donde éste no despliega sus efectos.

• Establece que este umbral mínimo puede ser derogado (opting out) en sectores económicos específicos.

• Reducir la cuña fiscal que pesa sobre los salarios para dar alivio a la clase media que, con su trabajo, tuvo que soportar la peor parte de una crisis económica que hizo insostenible la tercera deuda pública mundial.

Ya no es posible actuar en orden aleatorio, según la lógica de salvar a los que pueden. Según Martone, en cambio, es necesario que la negociación colectiva, al menos en términos de salarios, tenga lugar dentro de un sistema de reglas que, al oponer la competencia a la baja en los costos laborales, también exige que las empresas actúen sobre la base de la innovación de proceso y producto, en lugar de que en la reducción de los costes laborales.

Martone espera que los tiempos estén maduros en Italia porque, muy a menudo, en materia de reformas, el tiempo resulta ser un factor determinante.

Revisión