La exposición aborda un período muy particular de la historia cultural de la Península, revelando un aspecto completamente original, como es la presencia de los judíos y el fructífero diálogo cultural con la cultura cristiana mayoritaria.
Obras pictóricas como la Sagrada Familia y la familia del Bautista (1504-1506) de Andrea Mantegna, el Nacimiento de la Virgen (1502-1507) de Vittore Carpaccio y la Disputa de Jesús con los Doctores del Templo (1519-1525). ) de Ludovico Mazzolino, Elia e Eliseo del Sassetta, donde aparecen escritos en hebreo sorprendentemente significativos. Manuscritos hebreos iluminados, de estilo y riqueza renacentistas, como la Guía de los perplejos de Maimónides (1349), adquirida por el Estado italiano hace menos de un año. O el Arca Sagrada de madera más antigua de Italia, que nunca antes había regresado de París, o el Rollo de la Torá de Biella, un pergamino muy antiguo de la Biblia hebrea, que todavía se usa hoy en la liturgia de la sinagoga.
En el Renacimiento los judíos estaban presentes, activos y emprendedores. En Florencia, Ferrara, Mantua, Venecia, Génova, Pisa, Nápoles, Palermo y Roma. En períodos alternos fueron bien recibidos, con un papel no secundario de prestamistas, médicos, comerciantes, y en otros períodos fueron objeto de prejuicios.
MEIS cuenta por primera vez esta comparación, gracias a la atractiva escenografía concebida por los diseñadores del estudio GTRF en Brescia. Reconstruir este entrelazamiento de experimentos recíprocos significa reconocer la deuda de la cultura italiana con el judaísmo y explorar los presupuestos judíos de la civilización renacentista. Y significa admitir que esta interpenetración no siempre ha sido sinónimo de armonía, ni de aceptación sin traumas, sino que ha llevado a la intolerancia, las contradicciones, la exclusión social y la violencia contra el grupo judío, empeñado en la difícil defensa de su propia especificidad.
Y para que el Museo Nacional del Judaísmo Italiano y la Shoah en Ferrara marcan un momento importante en su oferta al público en general. Tanto porque la exposición constituye un paso más capítulo de la historia del judaísmo italiano (después del de los primeros mil años, ahora transformado en la primera parte del itinerario permanente), y porque este nuevo tramo toca el corazón de la misión MEIS: dar testimonio de lo complejo pero posible, a veces fructífero, aunque no exento de sombras, diálogo entre minoría y mayoría. Una valiosa lección que Italia recoge de su historia para ofrecerla al presente, a una Europa cada vez más multicultural llamada a cuestionar sus raíces.