En 2010, en el espacio de algunos meses, el Nordeste y especialmente el Véneto están en el centro de foros macroeconómicos de alto nivel, con la presentación de estudios de expresión institucional, como nunca antes.
En junio de ese año, de hecho, el entonces Gobernador del Banco de Italia, Mario Draghi, al recibir un doctorado honoris causa de la CUOA de Altavilla Vicentina (el mismo reconocimiento le había sido asignado a Zonin en 2005) habló del Nordeste, definiéndolo «un área crucial para toda la economía italiana, donde vive casi una quinta parte de la población, se produce una cuarta parte del PIB del sector privado» y «es de esta área donde se origina algo menos de un tercio de las exportaciones italianas».
Y añade: «Pero ahora el Nordeste lucha por estar a la altura, como toda Italia, con respecto a las regiones más ricas de Europa. Es con estos con los que tiene que lidiar».
Unos meses más tarde, de nuevo en la CUOA de Vicenza, se presentó un pesado estudio de más de 700 páginas del Banco de Italia titulado "La economía del Nordeste", en el que economistas del instituto y académicos de muchas universidades subrayan la el desarrollo económico del noreste de Italia.
En este panorama económico un tanto vapuleado, sin embargo, hay indicios generalizados de que serán los bancos locales (populares y mutualistas) quienes levantarán una barrera contra los efectos recesivos de la economía, dadas las políticas más prudentes de los grandes bancos.
De hecho, añade Mario Draghi, anticipando los resultados de los trabajos mencionados anteriormente: “Frente a una mayor variedad de productos y servicios ofrecidos a los clientes, los grandes intermediarios tienen un vínculo menos intenso con el territorio, que en cambio representa una de las fortalezas de el tejido de los bancos medianos y pequeños. La gran presencia de intermediarios locales es un aspecto peculiar del noreste, con un nivel promedio de tasas de interés más bajo que en otros lugares”.
Así, continuando de manera improvisada en su tesis de grado, el Gobernador concluye, como recuerdan las crónicas de la época, afirmando que: “La vinculación con el territorio significa un conocimiento más profundo del cliente que ningún modelo matemático puede replicar. De esta forma se puede seguir manteniendo incluso cuando las cifras no lo permitan. Permanecer en el área significa saber cómo hacer operaciones bancarias”.
Parece difícil conciliar aquellas afirmaciones sobre la necesidad de contrarrestar el menor compromiso de los grandes intermediarios de crédito de la zona Nordeste con el hecho de que poco más de un año antes, el propio Gobernador había autorizado la adquisición por parte de Monte dei Paschi de Banca Antonveneta, entregando de uno de los bancos más importantes de la región al tercer banco más grande del país. De hecho, parece muy extraño que el mensaje dirigido por Draghi al sistema productivo y financiero vaya en una dirección totalmente opuesta a su trabajo reciente. Pero incluso los análisis mencionados anteriormente por los economistas del Banco de Italia, a los que se refiere explícitamente, parecen dejar pocas dudas sobre el papel deseado para el banco local.
Por lo tanto, será una verdadera sorpresa enfrentarse, solo unos años después, con la desintegración casi completa y repentina del sistema bancario del Véneto. Efectivamente, se esperaba una larga crisis económica, no una crisis bancaria de estas proporciones.
Pero ya en 2010, en el momento de los eventos de la CUOA, algo subterráneo y silencioso, como sucede en un fenómeno sísmico, se estaba gestando, acumulando dosis crecientes de energía, que serían liberadas de golpe y en forma destructiva, con la consecuencias que están hoy ante nuestros ojos.
De hecho, mientras la producción industrial del Veneto se detiene ya en 2008, los préstamos de los bancos locales siguen corriendo, como lo habían hecho a lo largo de la primera década del 2000, para detenerse recién en 2012. Es más que razonable pensar que en esos años el crédito en vez de crecimiento, va cada vez más a sostener el precario equilibrio financiero de las empresas. Es un crédito que nace 'enfermo', porque está destinado a cubrir los desequilibrios que vienen motivados por la retirada del modelo productivo de la región. El desembolso de esos préstamos involucra sobre todo a los bancos locales.
Cuando estos flujos de crédito se interrumpen, empiezan a surgir préstamos subestándar, morosos y pérdidas, en un proceso que se acelera cada vez más y que nada podrá detener en los próximos cinco años.
Si la crisis del sistema empresarial del Véneto es de carácter estructural (dado que debe comprometerse a recuperar la productividad y la competitividad), ¿cómo podrán frenarla los pequeños bancos locales, considerando que, para proteger a sus depositantes, ¿Debería, en esa situación, volverse más selectivo que los demás y ciertamente no más laxo?
¿Cómo puede este tejido bancario local, que en 2010 pesaba menos de la mitad del total del crédito regional, asumir el apoyo financiero de una reconversión industrial?
Pasemos ahora a observar lo que sucede de 2012 a 2017, el año del colapso final del sistema Veneto. Aquí hay que distinguir dos subperíodos: el que va de 2012 a 2014 y el siguiente de 2015 a 2017.
En el primero, ya se evidencian los esfuerzos de los principales bancos regionales por mantener niveles adecuados de capitalización de los bancos regionales, con reiteradas colocaciones de instrumentos de renta variable y de deuda (acciones y bonos), que, en el caso de Vicenza y Veneto Banca, se sustentan en precios artificiales del valor de las acciones y en operaciones 'besadas', ya a partir de 2012.
De hecho, mientras los índices bursátiles de los bancos cotizados ya llevan unos años descendiendo, el de las acciones de los dos bancos cooperativos, que no cotizan, creció hasta 2014, duplicándose respecto a unos años antes: lo que hará posible duplicar en los mismos dos años también el número de miembros. Banco Popolare, que en 2017 eventualmente se fusionará con Popolare di Milano, realizará varias ampliaciones de capital por unos miles de millones, sin resolver sus desequilibrios, para mantener una condición de autonomía.
Es una subida continua entre el riesgo de crédito y los niveles de capital, que se basa en la crisis ya definitivamente en toda regla de la economía real. El crédito se hunde en un suelo cada vez más friable, hasta que los dos bancos, que luego quebraron, superan el límite de 30 millones de euros en activos, lo que los cataloga como sistémicos en el nuevo contexto de la unión bancaria.
De hecho, en 2014, tres bancos del Véneto de un total de 15 fueron confiados a la supervisión del BCE dentro del nuevo marco europeo. Y a partir de ese momento comienza su calvario, pues emergen definitivamente las arriesgadas políticas seguidas hasta ese momento y las dificultades de los recursos financieros para acompañarlas. Tras los primeros controles por parte de los nuevos organismos de supervisión europeos, ya no se puede ocultar la desastrosa situación de las carteras de crédito.
El periodo 2015-17 es el último, en el que también se manifiesta la situación negativa de muchos bancos de menor tamaño, debido a la actividad supervisora de las autoridades nacionales, que lleva a la puesta en servicio de varios bancos cooperativos de crédito, a la imposición de fusiones, hasta a la liquidación de los dos populares y la llegada al Véneto del mayor grupo bancario italiano, ayudado por el Estado.
En ninguna otra región italiana ha habido un número tan alto de inestabilidad.
También hay similitudes sustanciales entre las crisis de los Popolari y de los BCC que son: súbitas, por haber subestimado hasta el último minuto las aunque claras señales de alerta, virulentas por la fuerza destructiva de los recursos de capital, irreversibles, ya que casi todas las instituciones bancarias en condiciones de problemas críticos han desaparecido irremediablemente.
Habiendo que ir a las causas de esta condición generalizada, no podemos dejar de volver a las interpretaciones que nos daban fuentes institucionales en 2010, para preguntarnos si ciertas declaraciones sobre los bancos locales han tenido impacto en sus políticas crediticias, en el sentido de haber los empujó hacia un papel impropio.
Y peor aún si esas interpretaciones ni siquiera han favorecido un contexto de riesgo moral, que ha fomentado la asunción de riesgos excesivos (fenómeno que trae consigo intrínsecamente prácticas contrarias a la deontología y al derecho, ahora emergentes en gran número) y ha apoyado las ambiciones de banqueros locales que persiguen objetivos de tamaño y poder, en un contexto de creciente mestizaje entre banca e industria.
Inmediatamente queremos descartar que esta interpretación nuestra suene como una justificación de comportamientos que no respetan los cánones más básicos de prudencia, que sólo pueden atribuirse a las responsabilidades de los bancos individuales y los banqueros individuales involucrados en la inestabilidad.
Pero nos parece interesante abordar el tema de los efectos de los análisis económicos locales sobre el sistema bancario, para identificar mejor las causas de los comportamientos que han distorsionado el rol de la banca local en los últimos años.