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Pollo a la Romaña: la raza ancestral que ama la naturaleza y ha conquistado Slow Food con su auténtico sabor

Desde hace un año, el pollo de Romaña es oficialmente Baluarte de Slow Food, símbolo de una raza autóctona salvada de la extinción. Criado de forma sostenible, es un ejemplo de calidad y respeto por el medio ambiente.

Pollo a la Romaña: la raza ancestral que ama la naturaleza y ha conquistado Slow Food con su auténtico sabor

Il Pollo a la Romaña es un ejemplo extraordinario de cómo un raza nativa, en peligro de extinción, se puede recuperar gracias al compromiso de quienes creen en el valor de la biodiversidad y la calidad. Este pollo, que alguna vez estuvo en peligro de desaparecer, es real desde hace un año. Presidium de comida lenta, un reconocimiento que protege la producción y promueve una cría respetuosa con el medio ambiente y el bienestar animal.

Pero ¿qué hace que esta raza sea tan especial? El pollo a la Romaña es "muy rústico y antiguo", como él lo define Esteban Tozzi, criador del Mercato Saraceno (Forlì-Cesena). Su naturaleza lo hace muy parecido al faisán: "prefiere vivir al aire libre, tolera bien el mal tiempo y trepa a las plantas para esconderse de los depredadores", añade. Incluso la carne, según afirma, es "muy sabrosa", aspecto que la hace especialmente apreciada en la tradición gastronómica de la zona.

Un pequeño milagro: el regreso del pollo a la Romaña

Hasta mediados del siglo pasado, el pollo a la Romaña estaba muy extendido en el provincias de Rávena, Forlì-Cesena e Rimini. De librea colorida y temperamento rústico, era apreciada por la producción de huevos, carnes sabrosas y también por la preparación de platos típicos de Romaña. Sin embargo, su principal característica (la necesidad de grandes espacios al aire libre para alimentarse y crecer) la hacía inadecuada para la agricultura industrial. Con la introducción de métodos intensivos, la raza acabó desapareciendo, quedando reducida a apenas 50 ejemplares en los años XNUMX.

La El punto de inflexión llegó en 1997., cuando un criador de la provincia de Rávena decidió poner a disposición sus últimos pollos durante un programa de conservación iniciado por Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Parma. A partir de ese momento, gracias a proyectos específicos y a la selección de ejemplares, la raza se ha repoblado y hoy, más de veinte años después, vuelve a estar presente en un número importante, con alrededor de 500-600 productores en toda la Romaña.

Espacio, libertad y calidad: crianza que marca la diferencia

El pollo a la Romaña necesita grandes espacios para expresarse al máximo y viene criado al aire libre, en un sistema extenso que respeta su naturaleza. Como él explicó Lia Cortesi, director del Baluarte de Slow Food, este pollo representa un ejemplo de "cría virtuosa", que no sólo favorece la calidad de la carne, sino que también protege el medio ambiente y el bienestar de los animales. “Hoy en día hablamos a menudo de comer menos carne, pero carne de calidad. El pollo de Romaña es un ejemplo de cómo es posible producir carne de forma sana y sostenible”, afirmó Cortesi.

Il recuperación de razas autóctonas Al igual que el pollo a la Romaña, no es sólo una cuestión de sabor, sino también de salud y sostenibilidad. Como señaló Alessio Zanón, presidente de la Asociación de razas autóctonas en riesgo de extinción, estas razas son menos productivas que las industriales, pero en un sistema extensivo dan buenos resultados, gracias a su adaptabilidad y al sabor de la carne. Esta no es una competencia entre métodos de reproducción, sino una valorando la diversidad, que enriquecen nuestra tradición gastronómica.

El sello que protege el patrimonio rural y enogastronómico local

Con reconocimiento como baluarte de comida lenta, El pollo romañolo no es sólo un símbolo de la cocina romaña, sino también un ejemplo de cómo es posible combinar tradición, sostenibilidad e innovación. La Región Emilia-Romaña, que ha renovado el memorando de entendimiento con Slow Food hasta 2025, se compromete a apoyar iniciativas que protejan el patrimonio rural y enogastronómico local. “Con Slow Food la relación es positiva y compartimos la visión de los alimentos no como una mercancía, sino como un gran patrimonio cultural”, afirma el consejero regional de Agricultura Alessio Mammi.

En definitiva, el pollo a la Romaña no es sólo un alimento, sino una historia de "renacimiento", que nos recuerda lo importante que es preservar y valorizar el patrimonio gastronómico y natural que nos rodea.

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